domingo, 2 de junio de 2013

Ecología, política y el negocio de la basura

Más población, más consumo, más residuos. El debate sobre qué hacer con la basura invade el terreno de la gestión pública y el medio ambiente, mientras está a punto de colapsar el basural de Campo de Mayo, el mayor del país.

POR SILVANA BOSCHI


ESTANCADOS. El Riachuelo cubierto de basura, una postal frecuente de  un problema ambiental que persiste.
ESTANCADOS. El Riachuelo cubierto de basura, una postal frecuente de un problema ambiental que persiste.

El aumento de la población y del consumo llevan inevitablemente al aumento del volumen de residuos, pero qué hacer con ellos es uno de los mayores interrogantes en materia ecológica y ambiental. Lejos de las experiencias más innovadoras que se aplican en países como Japón, en Argentina la técnica que se utiliza casi en exclusiva es la del relleno sanitario, un sistema que está a punto de hacer colapsar el mayor basural del país, ubicado en terrenos de Campo de Mayo. Mientras el tema provoca discusiones entre el Gobierno porteño y el de la Provincia, y varios municipios se suman al reciclaje, el debate ya figura en la agenda de las ciencias sociales.

Los sistemas más modernos de tratamiento de residuos, que ya se están aplicando en algunos países altamente industrializados, están basados en un programa de separación de los desechos en domicilio, reciclaje y compostaje, que consiste en transformar en abono los residuos orgánicos. Sin embargo, la mayor parte de la basura que se produce en el planeta se entierra o se quema.

En nuestro país, el relleno sanitario que se encuentra en Campo de Mayo está a punto de colapsar, lo que generó una pelea política que estalló en las últimas semanas. En el interior del país, en cambio, los basurales a cielo abierto reciben más de la mitad de la basura que se genera, pero al no tener ningún tipo de tratamiento estos basurales se transforman en materia altamente tóxica.

Además, el camino de la separación de la basura en las casas aún no fue incorporado como un hábito masivo, y todavía son muy pocos los casos de municipios donde hay separación de residuos y reciclaje de materiales. Uno de ellos es La Matanza. 

En su libro La creación. Salvemos la vida en la tierra, el biólogo norteamericano Edward Osborne Wilson señala: “Podemos comenzar con un descubrimiento decisivo de la historia ecológica: el precio de la civilización fue la traición a la naturaleza. (…) La humanidad está pasando por un ‘cuello de botella’, un período crítico de superpoblación y despilfarro consumista que puede estallar a fines de este siglo”.

Para Francisco Suárez, antropólogo, especialista en gestión de residuos, y docente de la Universidad de General Sarmiento, “en Argentina domina la estrategia del relleno sanitario, cuando en el mundo, en muchos países, lo que hoy se está aplicando es la combinación de métodos: recuperación y reciclado con compostaje, incineración, valorización energética y relleno sanitario”.

“Los países que han trabajado más intensamente –agrega– están combinando estos métodos: Alemania, Suiza, Italia, algunas ciudades de Estados Unidos, y de América del Sur, como San Pablo. En Japón se usa mucho la incineración y hacen energía con la quema de residuos. Pero esto demanda alta tecnología y buenos niveles de control, porque el 20% de los residuos es plástico. Por eso es necesario impermeabilizar la tierra, hacer controles de gases (se genera gas metano), además del control de líquidos y olores.”

La situación local dista mucho de esta sofisticación. “La ciudad y el gran Buenos Aires generan entre 15 y 16 mil toneladas de residuos por día, de los cuales 13 o 14 mil van a Norte 3 (Campo de Mayo), unas mil toneladas a La Matanza y mil a Ensenada. Sólo la Ciudad genera 5.500 o 6.000 toneladas diarias”.

“La idea frente al problema de la basura –señala Suárez– es tratar que se recicle lo más posible, que se composte lo más posible. La única ciudad que está trabajando con el método del compostaje es Esquel. Los residuos secos sirven para el reciclado y los húmedos (orgánicos) para compostar”.

¿Por qué el método que se utiliza actualmente no es el ideal? “Hoy por hoy no hay lugar para poner los residuos y los rellenos sanitarios están cerrándose. En Villa Domínico cerró por la protesta de los vecinos, por las enfermedades y los incendios frecuentes provocados por los escapes de gas metano”, comenta Suárez. 

“En el área metropolitana –agrega– hay 190 basurales a cielo abierto, de una hectárea. Y los grandes generadores de basura (industria, countries, supermercados) están obligados por ley a tirar los desechos en rellenos sanitarios pagos. Pero el manejo de los desechos es un gran negocio que beneficia a varios: el 15% del presupuesto de muchos municipios está destinado a recolectar y disponer de los residuos. Es un presupuesto muy importante, que hay que pagarle al CEAMSE, nacido de un convenio entre la Ciudad y la Provincia”.

A la hora de opinar sobre cómo se está manejando el tema de los residuos en otras ciudades, Suárez considera que “Santa Fe capital está trabajando bastante bien, con recolección diferencial: dos veces por semana sacan los residuos secos, y también están trabajando con cartoneros en plantas de reciclado. Tienen un 50% de la población que adhiere. El sistema de la recolección diferenciada es algo que se viene en Argentina, pero hay que hacer una campaña muy buena, convencer a la gente, porque la gente no tiene una actitud responsable con los residuos, una vez que los descarta se desentiende de ellos. No hay una cultura del reciclaje. Algo se instaló con el tema de los cartoneros, comenzó una cultura de recuperación, reciclan, hacen artesanías. Lo más innovador ha venido por ese lado”.

Por los cambios de tecnología y consumo, en los últimos años la basura fue variando su composición. Según estimaciones, actualmente el 20% de los residuos es material plástico, el 50% es orgánico, otro 20% es papel, y finalmente un 10% es vidrio y metales. Con este cambio creció el problema para ubicarlos. “Los plásticos generan gases altamente contaminantes, dioxinas y furanos, que son cancerígenos. Mientras crecían las montañas de basura, crecían las torres de Wilde (a fines de los 70, comienzos de los 80). A partir de eso, en 2004 el CEAMSE termina cerrando ese relleno, y empiezan a buscar dónde poner uno nuevo. Ningún municipio quería hacerse cargo. El de Brandsen había dicho que sí pero los vecinos, en protesta, cortaron la ruta 2 en plena temporada. Luego varias localidades más se opusieron”, recuerda Suárez. “Entonces la solución fue encontrar un lugar donde nadie hiciese reclamos, y ese lugar fue Campo de Mayo. Pero ahora ese terreno se está agotando”.

“En la Argentina estamos desactualizados –concluye– pero no es una razón tecnológica, a menos que se quisiera hacer incineración, la cual no es recomendable. En reciclado y compostaje se puede avanzar muchísimo. Hay capacidad y hay industrias que absorben los materiales. Pero el método de enterrar residuos, que se aplica acá, es un sistema que trae beneficios. Por eso algunos grupos económicos pasaron de hacer autopistas a juntar residuos.”

Para el especialista en medio ambiente y ecología, Antonio Brailovsky, “lo que traba que la situación sobre el manejo de los residuos mejore es el negocio; el método de enterrar la basura significa que eso es rentable para una cantidad de empresas cercanas al poder que fuera. ¿Cómo funciona el negocio? Hay una parte que el público no conoce, y es que a las empresas que trabajan enterrando basura les pagan con terrenos buenos. La cantidad de urbanizaciones que hay, del estilo de los que están en Parque Iraola, son el resultado del pago a las empresas que se ocupan de los rellenos sanitarios. El CEAMSE tiene una enorme dotación de tierras públicas, pero sobre esto nadie hizo aún una auditoría. Es decir, que se paga con terrenos fiscales de buena calidad para hacer urbanizaciones. Mientras esté esa posibilidad, no hay interés en reciclar nada. El negocio de la basura desemboca en el negocio inmobiliario”.

“Si uno fuera a pensar en una solución racional y no solamente en lo que es negocio para algunos –agrega Brailovsky– como existen residuos muy distintos, se necesitan políticas públicas muy distintas. Hay una cantidad de municipios que hacen la separación de basura en plantas municipales. Yo vi las experiencias de Trenque Lauquen y las de Rauch. Es decir, los vecinos separan las basuras, el municipio recoge bolsitas distintas, lo que es metal lo mandan a fundir, lo que es plástico le dan el uso que corresponde, y con la basura orgánica hacen tierra que se puede usar para jardinería. Pero para eso habría que ampliar la cantidad de municipios que lo hace; cuantos más municipios lo hagan, mejor.”

Sobre la cultura de la separación de residuos, Brailovsky cree que el cambio llevará años. “En primer lugar, hay que hacer una recolección separada de los residuos peligrosos. La norma nuestra considera que los únicos residuos que hay que tratar como peligrosos son los que tiran las empresas, pero también los pesticidas, pinturas, químicos, barnices, envases de plaguicidas y, obviamente, las pilas. Lo que pasa es que cuanto más cosas diferencies, más complicada es la recolección. Esto requiere un cambio de costumbres que en Europa tardó una generación. Pero en la Argentina, un país donde la gente pide goles en el primer tiempo, cuando uno dice: ‘esto va a andar bárbaro pero en 20 años’, es algo complicado para esta sociedad. Porque los problemas de todos no son de nadie”.

Hace pocos días, el conflicto por la basura entró de lleno en la política: la Ciudad y la Provincia protagonizaron una nueva rueda de acusaciones, a partir de la reunión que mantuvieron para definir el destino de los residuos porteños. La Ciudad prometió reducir, para junio de 2014, un 78% de la basura que se envía al relleno de José León Suárez, cuyo colapso fue anunciado para abril. 

Desde el gobierno porteño reclamaron por los “terrenos vacíos, totalmente abandonados” que hay pegados al CEAMSE. La extensión hacia esos terrenos, que pertenecen a Campo de Mayo, no fue aprobada por la presidenta Cristina Fernández. En la Ciudad dicen que no entienden por qué.
La Nación, por su parte, argumentó que –pese a que existe la ley de Basura Cero– la Ciudad no reduce la cantidad de residuos que envía al relleno de José León Suárez. Por otro lado, cuatro intendentes afectados por los rellenos ubicados en la zona –los de San Martín, Tigre, San Miguel y San Fernando– se niegan a que sigan funcionando. Aunque esos mismos municipios tampoco han implementado programas efectivos de separación de residuos.

En su libro Los mitos del medio ambiente, el biólogo y periodista Sergio Federovisky señala: “La basura provee, gracias a los buenos oficios de las organizaciones ambientalistas, uno de los mitos más instalados y quizá más necesarios de derribar, el de la ‘basura cero’, oxímoron en tiempos en que el capitalismo estimula el mayor consumo y, con él, la generación de residuos. Las consignas ambientalistas –radicalizadas por demás en el rubro basura cero– han atado de pies y manos a cientos de municipios, conducido a los políticos a aplicar inaplicables leyes u ordenanzas y endiosado el reciclaje como mecanismo único y salvador del grave problema de los residuos sólidos urbanos”.

La conclusión bien puede ser una frase del pensador francés Guy Debord en El planeta enfermo: “En materia de medio ambiente ‘natural’ y construído (…) no habrá que elegir entre la fiesta y la desgracia sino, conscientemente y a cada paso, entre mil posibilidades felices o desastrosas, pero relativamente corregibles, y, por otro lado, la nada”.

¿Qué es la crisis ecológica?

Cuides


La ecología política basa su teoría y praxis en la reflexión y acción en la lucha contra la llamada “crisis ecológica” y en la propuesta de nuevos modelos de producción y consumo compatibles con los límites ecológicos del Planeta y la justicia y ética socio-ambiental. Pero ¿qué llamamos exactamente crisis ecológica? ¿En qué fenómenos concretos se manifiesta y qué relaciones guarda con el sistema socio-económico actual?
La crisis ecológica es principalmente una crisis de escasez: escasez de materias primas, de energía, de tierras y de espacio ambiental para mantener el ritmo de la economía actual, y aún menos extenderlo a todos los países del Sur y dejarlo en herencia a las generaciones futuras. El modo de producción y de consumo impulsado por el Norte no tiene en cuenta los límites físicos del planeta, tal y como lo deja patente la huella ecológica: si todas las personas de este mundo consumieran como la ciudadanía española, necesitaríamos tres planetas. Mientras tanto, la humanidad ya supera en un 50% su capacidad de regenerar los recursos naturales que utilizamos y asimilar los residuos que desechamos (WWF, 2012). Por su parte, el alcance de la dominación humana y de la amplitud de la crisis ambiental que provoca, queda claro por lo menos a través de los seis fenómenos siguientes (Vitousek y sus colaboradores (en Riechmann, 2008)):
  1.  Entre la mitad y una tercera parte de la superficie terrestre ha sido ya transformada por la acción humana.
  2. La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera se ha incrementado más de un 30% desde el comienzo de la revolución industrial.
  3. La acción humana fija más nitrógeno atmosférico que la combinación de las fuentes terrestres naturales.
  4. La humanidad utiliza más de la mitad de toda el agua dulce accesible en la superficie del planeta.
  5. Aproximadamente una cuarta parte de las especies de aves del planeta ha sido extinguida por la acción humana.
  6. Las dos terceras partes de las principales pesquerías marinas se hallan sobreexplotadas o agotadas.
En este contexto, según Lipietz (2012), incluso podemos hablar hoy de una “segunda” crisis ecológica mundial, después de una primera que sitúa durante la Gran Peste del siglo XIV. Al igual que la Gran Peste, la crisis ecológica actual tiene como origen un conflicto entre la Humanidad y la Naturaleza, a través de la relativa escasez de producción alimentaria y los peligros de su propio sistema energético para la población humana. Además, se transmite por los canales de la globalización económica y golpea civilizaciones muy diferentes aunque lo suficientemente parecidas como para poder producir y padecer efectos semejantes. Sin embargo, según el teórico francés, la crisis ecológica actual se diferencia profundamente de la crisis “exógena” de la Gran Peste (un microbio desconocido y devastador que ataca a sociedades debilitadas por un cambio climático de origen no antropogénico y la baja productividad agrícola) por ser el resultado de la dinámica social e histórica del propio modelo de desarrollo: el propio liberal-productivismo ha generado la tensión actual entre Humanidad y Naturaleza. De tal forma que la “segunda” crisis ecológica, esta vez “endógena”, se podría resumir de la forma siguiente:
[Es] la conjunción de dos nudos de crisis ecológicas, internas a la dinámica del modelo liberal-productivista: el “triángulo de las crisis energéticas” y el “cuadrado de los conflictos para el uso del suelo”, ellos mismos articulados sobre la crisis financiera, económica y social del modelo capitalista neoliberal que triunfa a nivel mundial desde principios de los años 1980. Este modelo liberal pesa mucho sobre la evolución de los dos nudos de las crisis ecológicas: incluso podemos decir que las engendra (Lipietz, 2012).
A continuación, estudiaremos más en profundidad estos dos nudos centrales de la crisis ecológica para entender mejor los retos a los que se enfrenta la Humanidad si quiere elegir la vía de la esperanza.

El triángulo de las crisis energéticas

Los principales riesgos relacionados a la crisis energética se centran en torno a tres vértices: energía fósil (carbón, petróleo, gas), energía nuclear y energía proveniente de la biomasa (leña, agrocombustibles).
Como primer vértice del triángulo, encontramos los riesgos vinculados a las energías fósiles, que a su vez se dividen en dos vertientes: la capacidad de regeneración de estas energías (no renovables a escala humana) y la capacidad de asimilación de los residuos vinculados a su utilización. Asimismo, la humanidad se enfrenta al techo de los combustibles fósiles, que corresponde al punto de inflexión a partir del cual la extracción de una unidad de energía fósil por unidad de tiempo ya no puede incrementarse, por grande que sea la demanda. Coincide con el momento en que la extracción acumulada llega a la mitad de la cantidad total recuperable, y los esfuerzos humanos, técnicos y financieros pueden disminuir la tasa de declive, pero no invertir la tendencia a la baja de la extracción. Al mismo tiempo, la creciente incapacidad de ofertar más energía fósil se topa con una demanda en constante aumento, principalmente en los países llamados emergentes como China o la India, y con la especulación (Bermejo, 2008), lo que dispara el precio de la energía (y de otras materias primas).(2) En concreto, esta tensión entre oferta (que depende de factores ecológicos y económicos) y demanda (que depende del modo de vida) al alza es paradgimática y altamente peligrosa para el modelo social y productivo actual. Esto es especialmente cierto en el caso del petróleo, puesto que la globalización económica se basa en un petróleo barato, abundante y de buena calidad. El despliegue del modelo de producción y consumo de masa y sus instituciones asociadas necesitan energía fósil al igual que el cuerpo humano necesita sangre. Por ejemplo: el complejo agroindustrial, basado en la maquinaria motorizada, la producción y consumo de abonos y fertilizantes, altos niveles de bombeo de agua, la manipulación industrial, la explotación intensiva de los suelos, la comercialización globalizada y el transporte de larga distancia hacia el lugar de consumo, nos da una buena idea de esta dependencia.(3) Sin embargo al haber alcanzado el techo del petróleo (peak oil en inglés), esta era ha terminado: estamos entrando en la era del petróleo caro, escaso y de mala calidad.(4)  Esta nueva situación tiene repercusiones directas sobre el conjunto de la economía y sobre nuestros modelos de vida diarios. De hecho, la crisis financiera de 2008, que hoy ha desencadenado una ola de recesiones y planes de ajuste brutales, pone de relieve una relación directa entre crisis ecológicas y económicas. En este sentido, el economista estadounidense Jeremy Rifkin recuerda que la crisis de las subprimes, es decir el impago de las hipotecas en Estados Unidos que luego se propagó a nivel mundial a través de los activos tóxicos, comenzó cuando el barril de petróleo en el verano 2008 alcanzó los 150 dólares y no en octubre cuando estalló la burbuja a la luz pública. Ese aumento de los precios hizo que subiera el precio de la gasolina y que en Estados Unidos mucha gente, principalmente las más empobrecidas e insolventes cuyo presupuesto familiar tiene dos partidas básicas en torno a la vivienda y al transporte, dejara de pagar la hipoteca (las subprimes) para mantener la tenencia de su coche privado (imprescindible en un sistema basado en su uso intensivo, por ejemplo para ir al trabajo y a su vez generar las rentas necesarias para sobrevivir).
Por otro lado, apuntemos que para superar el techo de producción de los combustibles fósiles, existe una nueva frontera extractiva: la extracción del gas de pizarra a través del método llamado fracking o fracturación hidraúlica. Si bien el fracking ha permitido bajar el precio a corto y medio plazo del gas, es un nuevo espejismo altamente peligroso para el medio ambiente, el clima y la salud humana y que no afronta el mayor reto de la civilización industrial: rebajar el consumo energético dentro de los límites ecológicos del Planeta (para un análisis detallado del fracking, véaseMarcellesi y Urresti, 2012).
En cuanto a los efectos del modelo energético sobre el cambio climático, hoy principal preocupación ambiental en las agendas políticas, existen claras evidencias de que crisis energética y crisis climática no son más que dos caras de la misma moneda. Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (GIECC), “la principal causa del crecimiento de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera desde la época preindustrial es el uso de combustibles fósiles” (2007, p2), que hoy se estima en torno a 75% (el resto se debe a la deforestación y al cambio de uso de suelos). A pesar de mejoras tecnológicas por unidad producida,(5) el crecimiento demográfico y el actual modelo socioeconómico (basado en la acumulación material) provocan una presión insostenible sobre los ecosistemas. En este contexto, las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero sobrepasan la capacidad de autorregulación y asimilación por parte de los sumideros naturales (océanos, atmósfera), lo que está conduciendo a una situación peligrosa de no retorno. Para evitar tal caso que llevaría a sufrir cambios irreversibles e impredecibles, el GIECC recomienda que no haya aumento de más de 2 grados centígrados en 2100 en comparación con los niveles preindustriales, mientras que la muy institucional Agencia Internacional de la Energía pone 2017 como fecha límite para acotar el incremento de temperaturas. En caso contrario, ya sea el IPCC (2007) o el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (2007) advierten de las mismas consecuencias ambientales y sociales. El cambio climático supondrá —y de hecho, ya supone— efectos en la agricultura y silvicultura (cambio de rendimientos según zonas frías o cálidas, aumento de plagas e insectos, etc.), en los recursos hídricos (extensión de las zonas afectadas por la sequía, empeoramiento de la calidad del agua, etc.), en la salud humana (tales como la mortalidad relacionada con el calor en Europa, aumento de enfermedades infecciosas, etc) o en la industria, asentamientos humanos y sociedad (disminución de la la calidad de vida de las personas en áreas cálidas sin vivienda apropiada) así como una mayor exposición a inundaciones costeras, unas condiciones climáticas extremas y un posible colapso de los ecosistemas.
Como segundo vértice del triángulo, encontramos la energía nuclear que tras la catástrofe de Fukushima —decenas de miles de personas evacuadas fuera del perímetro de seguridad, contaminación radiactiva hasta en Tokio, escándalos políticos y técnicos en torno a la gestión y a la seguridad de las centrales nucleares japonesas y del accidente post-tsunami,(6) etc.— vuelve a apuntar sus altas deficiencias y riesgos para representar cualquier tipo de solución al cambio climático. Resumiendo los principales problemas (Marcellesi, 2011a):
  1. El riesgo de accidente, en este caso de probabilidad baja pero de magnitud alta, es más que nunca presente y real.
  2. Seguimos sin tener ninguna solución real a la gestión de los residuos radiactivos.
  3. La energía nuclear crea una fuerte dependencia con el exterior ya que el uranio, cuyas reservas son finitas, se compra a países fuera de Europa y cuya inestabilidad política no asegura un suministro seguro (el Chad, por ejemplo).
  4. Existe un riesgo de proliferación de la energía nuclear para fines militares (reforzado por la amenaza de uso terrorista de los residuos o de las centrales nucleares como posibles dianas de ataque).
  5. No es una alternativa para evitar sustancialmente emisiones de gases de efecto invernadero: si se tiene en cuenta el ciclo de vida global de la energía nuclear (extracción del uranio, suministro a Europa, construcción y desmantelamiento de las centrales, gestión de los residuos…), ésta produce más CO2 que las energías renovables.(7)
  6. Es una fuente de electricidad, por tanto no sustituye nuestra dependencia de los combustibles fósiles.
  7. Los puestos de trabajo por unidades energéticas están por debajo de las creadas por las energías renovables. (8)
El último vértice del triángulo lo ocupa la biomasa, cuyo uso energético es el más antiguo desde que el Homo Erectus domesticara el fuego, el más constante para una gran mayoría de la humanidad (la leña sigue siendo el principal combustible utilizado) y, seguramente, uno de los más prometedores de cara al futuro. Pero la biomasa también tiene riesgos asociados que analizaremos en el siguiente subapartado, puesto que se articula directamente con el uso de las tierras, principalmente con el auge de los agrocombustibles.

El cuadrado del conflicto del uso de las tierras

Los anglosajones suelen decir que hacemos cuatro usos principales de la tierra, que pueden resultar excluyentes: Food, Feed, Forest, Fuel (las 4 Fs). Dicho en castellano, estamos hablando respectivamente de usos para 1. la alimentación humana, 2. la alimentación del ganado (natural —campos de pasto— o artificial —soja que se combina con maíz para las vacas europeas—), 3. los bosques (como sumidero o reserva de biosfera) y 4. la producción de biomasa (agrocombustibles, leña, etc.).
En este marco de análisis, intervienen dos factores crucialesla dieta crecientemente carnívora de los países del Norte y emergentes, y la introducción cada vez más sistémica de agrocombustibles. Como lo relata Lipietz (2012), la polarización de los ingresos a nivel mundial provoca una transformación de la dieta humana que pasa de una dieta a base de proteínas vegetales con un poquito de carne (“el menú hindú o el menú chino”), a una dieta a base de carne (el “menú europeo o norte americano”). Sin embargo, las proteínas animales (feed) necesitan para su producción de 7 a 15 veces más hectáreas que las proteínas vegetales (food). Por tanto, esto representa un problema grave dado el aumento contante de la población con dieta carnívora (por ejemplo, en India y China el 10% de la población se alimenta con el mismo tipo de comida que en Europa y en Norte América). Por su parte, los agrocombustibles (fuel), que técnicamente son energías renovables obtenidas a partir de la biomasa, son la respuesta oficial a la crisis de los combustibles fósiles y del techo del petróleo. De hecho, en sociedades no dispuestas a ‘negociar su modo de vida’, los agrocombustibles despiertan un gran interés y cuentan con un fuerte impulso político,(9) lo cual, junto a otros factores, provoca tensiones en los precios de la comida en el mercado mundial.(10) En este contexto, Jean Ziegler, el relator especial de la ONU para el derecho a la alimentación, llegó a postular en 2007 que la producción masiva de biocombustibles «es un crimen contra la humanidad».
Si bien los agrocombustibles juegan un papel central en las crisis alimentarias actuales, hay que añadir también otros factores sociales y ecológicos: la escalada de precios de la energía, las malas cosechas en los países productores de trigo como Australia, Rusia o Ucrania debidas al cambio climático, los modelos productivos globalizados que apuestan por economías de la exportación en detrimento de la soberanía alimentaria y que denigran la producción autóctona para abastecer a los mercados locales provocando dependencia de los mercados exteriores sobre todo para la importación de productos básicos, el mal reparto de la producción agrícola local o importada, así como movimientos especulativos a nivel mundial. Al igual que los fuertes cambios de régimen político en Europa en 1848 tienen como origen revueltas de la hambruna, Lagi et al (2011) muestran que existe una fuerte correlación entre el alza de los precios de los alimentos —debido a la combinación de los factores arriba mencionados— y las revueltas del hambre de estos últimos años en el mundo que, recordemos, han dado fin en pocos meses a gobiernos autoritarios —como los de Túnez y Egipto— que nadie veía posible derrocar.
En conclusión de este apartado, es interesante —y sobre todo preocupante— constatar que, además de lo que teorizaba gran parte del movimiento ecologista en sus inicios, esta crisis ecológica no solo compromete de manera decisiva a las generaciones futuras sino que nos afecta ahora directamente a las generaciones presentes. No solo se trata de una crisis de abundancia de una generación privilegiada (“pan para hoy, hambre para mañana”), sino también de una crisis de escasez que ya se está manifestando en el día a día de gran parte de la población mundial (el hambre ya es para hoy). Asimismo, pone de relieve que las llamadas crisis financieras, especulativas o alimentarias están vinculada a crisis subyacentes e interdependientes: no solo la de la economía real (o economía productiva) sino también la de la “economía real-real”, es decir la de los flujos de materias y energía que depende por una parte de factores económicos y por otra parte de los límites ecológicos del planeta.
Entregas anteriores:
(1) Se basa en una adaptación y actualización de la publicación Marcellesi, F. (2008): Ecología política: génesis, teoría y praxis de la ideología verde,Bilbao, Bakeaz (Cuadernos Bakeaz, 85).
(2) De hecho, no solo estamos llegando al techo de todos los combustibles fósiles sino también al peak all (en referencia en inglés al peak oil), es decir al techo de materias primas como algunos minerales tipo cobre, plata, uranio o zinc. “Peak all” y “peak oil” están fuertemente relacionados puesto que la escasez de materias primas necesitará a su vez una mayor cantidad de energía para su explotación, tratamiento, reciclaje, etc..
(3) Ingeniería sin Fronteras calcula por ejemplo que una manzana procedente de la producción industrial en Chile y comprada en Cataluña consume una cantidad de energía más de cuatro veces superior a la del caso ecológico y local (principalmente debido al transporte desde el lugar de producción hasta el de consumo: en este caso, 14.000 kilómetros en barco y en camión). Por su lado, un tomate industrial consume cinco veces más que un tomate ecológico y local. Mientras la diferencia entre comprar manzanas industriales traídas de Chile y manzanas ecológicas de la región a lo largo de un año equivale al consumo energético anual de 60.812 hogares, “el consumo energético asociado al uso de fertilizantes en una hectárea de tomates de producción industrial puede llegar a ser tan elevado como para representar la cantidad de energía suficiente para dar… ¡12 vueltas al mundo en coche!” (López, 2010 p. 65).
(4) Es complicado predecir la fecha exacta del techo del petróleo puesto que puede confirmarse con exactitud una vez superada (como fue el caso del techo del petróleo en Estados Unidos). Por ejemplo, James Murray de la Universidad de Washington y David King de la Universidad de Oxford, en un artículo reciente de la prestigiosa revista Nature, piensan que el techo de producción de petróleo a nivel mundial tuvo lugar en 2005 con unos 75 millones de barriles al día. De todas maneras, que el techo del petróleo haya pasado, esté por llegar a corto plazo o ocurra dentro de 20 o 30 años, no supone gran diferencia a escala de la civilización humana.
(5) A pesar de mejoras significativas en torno a la intensidad de carbono entre 1990 y 2007 (-12%), la eficiencia tecnológica no ha compensado el crecimiento de la población (+24,5%) y el aumento del nivel de abundancia (+25,5%), y las emisiones de CO2 han aumentado de 38%. Fuente: Tim Jackson (2010).
(6) De hecho, según una comisión de diez expertos creada en diciembre del 2011 a instancias del Parlamento de Japón, “el accidente en la planta nuclear de Fukushima Daiichi no se puede contemplar como un desastre natural. Fue un desastre hecho por el hombre que podría haberse previsto y prevenido”. Fuente.
(7) Más información.
(8) Véase por ejemplo el estudio siguiente: IRENA (2011): Renewable Energy Jobs: Status, Prospects & Policies, IRENA Working Paper
(9) A pesar de una resolución del Parlamento europeo sobre comercio y cambio climático que solicitó «que se subordinara todo acuerdo sobre la compra de biocarburantes a cláusulas relativas al respeto de las superficies devueltas a la biodiversidad y a la alimentación humana», la Comisión Europea sigue vislumbrando el objetivo del 10% de ‘biocombustibles’ en los transportes para el año 2020.
(10) En 2007, mientras la producción de maíz para agrocombustible aumentaba en un 500% en Estados Unidos, el precio del maíz –bajo el efecto conjunto del cambio climático, de la producción de carne y de la producción de agrocombustibles– se encarecía en un 130%, provocando una crisis social profunda para todas las poblaciones cuya alimentación descansa en estos productos básicos.
Florent Marcellesi, coordinador de Ecopolítica y miembro de la Revista Ecología Política.
Publicado en la revista Cuides, nº9, octubre 2012 (1). Este es el tercer artículo de ocho en la serie “¿Qué es la ecología política? Una vía para la esperanza en el siglo XXI”.
Fuente: http://florentmarcellesi.wordpress.com/2013/01/08/que-es-la-crisis-ecologica/
La desmitificación del desarrollo y las lecciones del Sumak Kawsay





“Las autoridades financieras del mundo desarrollado están nerviosas y la opinión pública de esos países no ve de buen grado que sus contribuciones tributarias se destinen a subvencionar a banqueros irresponsables e imprudentes al tiempo que deben someterse a políticas restrictivas que les reducen el empleo y los servicios sociales”

La cita precedente no ha sido extraída de ninguna crónica o información contemporánea, ni siquiera de la última década sino que corresponde a un trabajo de Osvaldo Sunkel,[1] elaborado hace casi 30 años. Algo que desde luego pone de relieve la similitud de situaciones o más bien dicho la continuidad y el actual agravamiento de situaciones que comenzaron a perfilarse a mediados del siglo pasado luego de la terminación de la llamada Segunda Guerra mundial.

Desde entonces se ha venido hablando de desarrollo a partir de las dos vertientes teóricas dominantes en el pensamiento económico una vinculada al desarrollismo poskeynesiano impulsada en Latinoamérica por Raúl Prebisch, durante largo tiempo Secretario ejecutivo de la CEPAL[2] y la otra al monetarismo neoliberal de Milton Friedman y la muy famosa escuela de Chicago. La primera pone énfasis en el desarrollo de las fuerzas productivas, industria, agricultura, infraestructura y aunque no ignora al factor humano, su presencia se integra como un recurso más de los factores productivos, mientras que en la corriente monetarista neoliberal aparecen con mayor fuerza la liberalización de los mercados de bienes y servicios y el desarrollo de los instrumentos financieros de carácter transnacional.

En ambas corrientes de origen estrictamente economicista el concepto de desarrollo se relaciona o está dirigido a sostener el crecimiento de la estructura productiva sin considerar de qué manera se distribuyen los réditos de esa producción en la sociedad que los genera. Pero tal vez por eso mismo se ha transformado en un inalcanzable mito, al que ha llegado la hora de renunciar definitivamente.

Porque además aunque se le haya agregado la palabra socioeconómico al vocablo desarrollo anteponiéndole lo social a lo económico no es que se haya intentado a mi entender darle prioridad conceptual a los objetivos sociales sino que en su incorporación han primado simples razones de eutonía. Es decir que en cualquier caso la importancia de los social se halla subordinada no al ser humano genérico como sujeto último del crecimiento económico sino como imprescindible instrumento de la producción y en consecuencia la sociedad o el estado no deberían desatender ni su atención sanitaria ni el acceso a niveles educativos que lo capaciten para ingresar a ese mismo sistema productivo y sin embargo son condiciones que tampoco se cumplen ni siquiera con el mezquino objeto de garantizar su continuidad.

De modo que el trabajo se ha convertido en una nueva esclavitud. No se trata ya de un medio para alcanzar el propio crecimiento o para realizar aportes personales al desarrollo de una comunidad sino de un fin que le permita al individuo tener apenas garantizada en muchos casos nada más que su propia supervivencia. El trabajo se ha transformado casi en un devorador de existencias, exigiendo del trabajador una entrega casi absoluta en la que el ocio, la recreación, el desarrollo de la propia creatividad, las artes plásticas, la música, las actividades manuales, la meditación, el deporte, la vida en familia, la amistad, el contacto con la naturaleza, han pasado a ser utopías casi absolutas o exclusivas de los pocos que logran hacer de alguna de ellas su propio medio de vida pero que al común de la gente le están absolutamente negadas.¿Cuando, donde, qué tiempo libre dispone un trabajador de nuestro tiempo para desarrollar otras vocaciones que las que le impone el rutinario y absorbente trabajo de la fábrica, la oficina, el taller, el servicio público o privado, cuya extensión horaria imagináramos en algún momento que la tecnología permitiría reducir?

Nada ha cambiado en realidad como nos lo recuerda Paul Lafargue[3] en “El derecho a la pereza” desde el momento en que Napoleón, allá por el 1807 escribía: "Cuanto más trabajen mis pueblos, menos vicios habrá"…"Yo soy la autoridad [...] y estaría dispuesto a ordenar que el domingo, luego de la hora de la misa, las tiendas se abrieran y los obreros volvieran a su trabajo". ¿No se abren ahora acaso una gran cantidad de negocios no solo los sábados, en los que antes solo se trabajaba medio día y solíamos llamar “sábado inglés” sino también los domingo, misa mediante o no?

Pero existen otras filosofías de vida que nos empeñamos en ignorar. Una filosofía que han cultivado y siguen cultivando pese al avasallamiento de la cultura occidental los pueblos indígenas y que poco a poco han sido reivindicadas en algunos países como Bolivia y Ecuador e incorporadas a sus respectivas constituciones nacionales, el Sumak Kawasay, “buen vivir” o mejor aún “buen convivir” que se traduce en la necesidad de emprender un camino al bienestar general diferente al que el tan promocionado desarrollo parecía prometer, rescatando experiencias ancestrales que pongan nuevamente en valor y en primer término el bienestar y la calidad de vida de la gente, de toda la gente

Un buen vivir que exige una mayor armonía entre la sociedad y la naturaleza. “El buen vivir no es no es un simple regreso a las ideas de un pasado lejano, sino la construcción de otro futuro” dicen Eduardo Gudynas y Alberto Acosta[4] en que también caben muchos cuestionamientos de la sociedad contemporánea “ posturas éticas alternativas que reconocen los derechos de la naturaleza, los aportes del feminismo como reacción a la dominación de base patriarcal y nuevas conceptualizaciones en áreas como la justicia y el bienestar humano” incorporadas en la constitución boliviana a partir de tres “principios ético-morales de la sociedad plural; ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón)” Propósitos que el estado se compromete cumplir para “mejorar la calidad de vida (…) a través de la redistribución equitativa de los excedentes mediante políticas sociales de diverso tipo (…) para lograr el vivir bien en sus múltiples dimensiones”

En síntesis como agregan Gudynas y Acosta se trata… “de una visión que supere los estrechos márgenes cuantitativos del economicismo y permita la aplicación de un nuevo paradigma cuyo fin no sea los procesos de acumulación material, mecanicista e interminable de bienes sino que promueva una estrategia económica incluyente, sostenible y democrática”

Una visión que se ha mantenido inconmovible en gran parte de las estructuras indígenas pese a los embates del capitalismo occidental y que les ha permitido superar con llamativa unidad las excluyentes circunstancias que les han sido impuestas a lo largo de los más de 500 años de dominación europea y latinoamericana.

Se trata sin duda de una, aunque milenaria, original propuesta que busca contrabalancear los reiterados y ya evidentemente irreversibles fracasos de los proyectos desarrollistas y cuyo acento, de algún modo ya largamente experimentado por las comunidades indígenas está dirigido a las personas concretas en realidades concretas, procedente de pueblos que fueron largamente marginados e irrespetados y cuya cultura considerada inferior y primitiva se está imponiendo no solo en la letra de las constituciones de dos países del continente sino como una insoslayable alternativa orientada a solucionar los problemas de nuestro tiempo y de nuestro incierto futuro.

Pero solo si logramos independizarnos de nuestra prolongada adicción al dinero y de nuestro culto al dios epónimo será posible tal vez seguir avanzando en la construcción de un mundo promisoriamente más humano porque como dice García Lorca en La zapatera prodigiosa “Ay dinero, dinero sin manos y sin ojos debería haberse quedado el que te inventó” ¡Que el Sumak Kawasay le dé el golpe de gracia!

[1]. Sunkel, Osvaldo “América Latina y la crisis económica internacional” Grupo Editor Latinoamericano, Pág.44, 1985.
[2] CEPAL: Comisión Económica para la América Latina, una de las cinco comisiones regionales de las Naciones Unidas con sede en Santiago de Chile. Fundada con el objeto de contribuir al desarrollo económico de América Latina, coordinar las acciones encaminadas a su promoción y reforzar las relaciones económicas de los países entre sí y con las demás naciones del mundo

[3] Lafargue, Paul, periodista, médico, teórico político y revolucionario francés de origen cubano. (1842/1911)

[4] “El buen vivir más allá del desarrollo” E. Gudynas, ecólogo social uruguayo, investigador en el Centro Latino Americano de Ecología social (CLAES).y A. Acosta, economista ecuatoriano, profesor e investigador de FLACSO. Ex ministro de Energía y Minas y ex presidente de la Asamblea Constituyente del Ecuador.
El progreso que contamina y mata, no es progreso
Las contra caras del modelo



La reciente publicación de un informe de la cátedra de Alergia e Inmunología del Hospital de Clínicas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), que arroja la escalofriante cifra de que el 51% de lxs vecinxs de un barrio de la localidad cordobesa de Alta Gracia, tendrían afecciones vinculadas a la aplicación de agroquímicos, puso nuevamente en tapete la tensión entre el negocio de los agro negocios y la salud humana. En Argentina se cultivaron en el año 2011 unas 23 millones de hectáreas con semillas transgénicas, trayendo consigo una aplicación inusual de 300 millones de litros por año de agroquímicos que ponen en riesgo la salud de más de 12 millones de personas en la Argentina. A la par del crecimiento del fabuloso negocio, que queda en pocas manos -“pool de siembra”-, la contracara de este modelo es el incremento de las enfermedades y muertes producidas por la aplicación de agroquímicos.
En los últimos años y como reacción al silencioso genocidio, las comunidades han ido organizándose y presentando distintos niveles de resistencia al modelo transgénico. A la fecha, este movimiento tiene como victoria parcial el haber logrado el fallo de culpabilidad en la justicia cordobesa de un productor y un aeroaplicador que violaron las restricciones de pulverización en barrio Ituzaingó.
El negocio
Con un precio de la soja por tonelada de $ 1.880.- y con la perspectiva alcista del precio de los granos de maíz, trigo, girasol, sorgo, la economía argentina parece tener la gallina de los huevos de oro.
Con la incorporación del transgénico en la argentina a mediados de la década de los 90, el campo argentino duplicó su producción de granos. En la actualidad es el tercer exportador a nivel mundial de soja. Este dato queda reflejado en un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario de mayo de 2012 (Productores de soja a nivel mundial (Datos a Set. 2011 USDA): 1º) Estados Unidos: 90 millones de tn, 2º) Brasil: 75 millones de tn, 3º) Argentina: 49 millones de Tn anuales, 4º) China: 18 millones de Tn anuales. Total Mundial: 264 millones de Tn.)
El 96% de este grano cultivado en nuestro país se exporta bajo la forma de poroto, harina o pellets, aceite o biocombustibles. Siendo en este esquema el biocombustible un gran negocio ya que reporta ingresos por u$s 1300.- millones al año.
“El biodiesel puede elaborarse con cualquier tipo de oleaginosa, como la colza, palma, jatropha pero en la Argentina no hay producción a escala que lo haga rentable salvo con soja”, dice en su informe Julio Calzada, director de Informaciones y Estudios Económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario.
Según un informe de la Asociación de Importadores y Exportadores de la República Argentina ( AIERA) en el año 2011 de las 25 empresas que más vendieron fuera del país 12 fueron vinculadas a la exportación de granos ( oleaginosas y sus derivados), del resto del segmento 6 están vinculadas a la venta de petróleo y gas, 2 a la comercialización de productos de minería, mientras que solamente 5 están vinculadas con bienes industriales ( 3 de autos, 1 de tubos de acero y 1 de aluminio). Éstas 25 empresas generan más de la mitad de las exportaciones de nuestro país, quedando a las claras la alta concentración del mercado en pocas manos y el gran negocio que significa el modelo transgénico.
Superficies con Organismos Genéticamente Modificados
La superficie total cultivada con transgénicos (Organismos Genéticamente Modificados, OGM) en la Argentina en el período 2011/2012 fue de 23,6 millones de hectáreas, “unas 0,8 millones de hectáreas más que en la campaña anterior (equivale a un aumento de 3,2%). Con el 15% de la superficie global de organismos genéticamente modificados (OGM), Argentina es el tercer país productor de transgénicos, después de Estados Unidos y Brasil”, afirma en su estudio ArgenBio – Minagri.
En 2011/2012 casi el 100% de la superficie de soja fue sembrada con soja tolerante al herbicida glifosato (18.800.000 has.), mientras que el maíz transgénico ocupó el 92% del área destinada a maíz (4.200.000 has.) y el algodón genéticamente modificado ocupó el 100% del área total del cultivo (575.000 has.). De este algodón, el 12% (69.000 has.) correspondió a algodón tolerante a glifosato y el 88% a variedades de algodón con dos características acumuladas (tolerancia a glifosato y resistencia a insectos, 506.000 has.). Con respecto al maíz, en 2011/2012 Argentina sembró maíz con características acumuladas (resistencia a insectos y tolerancia a herbicida) en 2,4 millones de has., o sea el 57% del total. El resto de la superficie de maíz correspondió a maíz resistente a insectos (1,4 millones de has., o sea el 33% del área total de maíz) y tolerante a herbicida (400.000 has., el 10% del total de maíz).
Como se podrá observar con los datos brindados hasta aquí, para garantizar el nivel de productividad de esta modelo es necesaria la aplicación a gran escala de millones de litros de agroquímicos que permitan garantizar el rinde de los cultivos.
Los beneficios obtenidos en el año 2011 en el caso de la soja tolerante a herbicida, el valor bruto de los beneficios obtenidos por la reducción de costos fue de 3.518,66 millones de dólares y por la expansión de la superficie cultivable, de 61.917,15 millones de dólares. En cuanto a la distribución de estos beneficios, 72,4% fueron a los productores, 21,2 al estado nacional – a través de las retenciones y otros impuestos – y el 6,4% restante a los proveedores de las tecnologías (semillas y herbicidas, distribuidos aproximadamente en partes iguales). En el caso del maíz, los beneficios acumulados se distribuyeron en un 68,2% para los productores, 11,4% para el estado nacional y 20,4% para los proveedores de tecnologías (con el grueso, un 19%, para el sector de los semilleros). Finalmente, los beneficios en el caso del algodón fueron mayoritariamente a los productores (un 96%), con un 4 % para los proveedores de las tecnologías (3% a los proveedores de semillas y el resto a los de agroquímicos). Fuente: INTA (SIGMA)
Nota: La estimación de los beneficios mencionados se ha realizado en base a un modelo matemático desarrollado por el INTA (SIGMA), el cual utiliza información obtenida a partir del Estudio del Perfil Tecnológico del Sector Agropecuario Argentino, complementado con información del MAGyP, ArgenBio, INDEC y FAO.
Nuevos sectores disputan el mercado
En nuestro país en el 2010, más del 50 % de la producción de soja estuvo controlada por el 3% del total de productores, a través de extensiones de más de 5.000 hectáreas, según el informe “Producción de soja en las Américas: actualización sobre el uso de tierras y pesticidas” del Centro para la Bioseguridad de Noruega. Este estudio revela cómo en la práctica nos encontramos que ante el aumento de la superficie de producción de transgénicos, la relación con el incremento de productores es inversamente proporcional. A este dato debemos agregar la incorporación o mayor disputa del mercado entre grandes empresas multinacionales que ya tienen en marcha el desarrollo de nuevas plantas de tratamiento y acopiadoras de granos.
El Plan Estratégico Agroalimentario 2020
En base a las perspectivas del negocio, son muchos los sectores monopólicos a nivel mundial que han puesto su vista en la Argentina y pretenden ampliar sus bocas de recolección. En los últimos meses, la empresa Monsanto anunció vía la presidenta Cristina Fernández, la ampliación de sus instalaciones en la región, y la construcción de una de las plantas de acopio de semillas de maíz más grandes del mundo en la localidad cordobesa de Malvinas Argentinas.
Por su parte la Ministra de Industria Débora Giorgi anunció que Monsanto “invertirá otros 180 millones de pesos en dos centros experimentales para continuar los procesos de estudio que hacen que la Argentina lidere en América Latina el tema de patentamiento de elementos biogenéticamente modificados”. Con estas declaraciones se comunicaba el avance en la nueva y polémica Ley de semillas.
Pero no es tan solo esta empresa, vinculada a la industria armamentista, la que ya está llevando adelante sus proyectos. La multinacional de origen Suizo SYNGENTA anunció en julio de este año la inversión de $ 800 millones en la provincia de Córdoba, concretamente en Villa María, para la producción de un millón de bolsas anuales de maíz y girasol para exportación.
A este listado de empresas vinculadas a los agro negocios hay que sumar Cargill, Aceitera General Deheza, etc., un puñado de grandes empresas que marchan el ritmo de producción y agenda política en nuestro país, poniendo como valor principal las ganancias del sector sin importar los daños en la salud que estas actividades traen indudablemente.
La salud en cuestión
En los últimos años y a partir de la actitud de denuncia emprendida por las madres de barrio Ituzaingó, distintos sectores de la sociedad continuaron tomando conciencia respecto de los daños que trae para la población y el medio ambiente en general este modo de producción de cultivos.
Nombres como glifosato, endosulfán, DDT, 24D, Clorpirifós, etc. dejaron se ser extraños al vocabulario de denuncia de los pueblos que padecen la aplicación de estos insecticidas-acaricidas órganos-fosforados, y comenzaron a ser centro de la imputación de los causantes de los elevados tasas de cáncer, malformaciones congénitas y muertes de los habitantes de los pueblos fumigados.
Un informe dado a conocer a inicios del 2012, por “Médicos de Pueblos Fumigados”, basado en informes de oficinas del registro civil de distintos pueblos donde la población está expuesta sistemáticamente a fumigaciones, revela que casi el 30% de las muertes se producen por cáncer, mientras que en otras zonas del país ese número no llega al 18%, siendo la primera causa de muerte los problemas cardiovasculares.
Para Medardo Ávila, integrante de “Médicos de Pueblos Fumigados”, este aumento: “es correlativo en el tiempo con el aumento del uso de los agrotóxicos y el factor ecológico actuando en el medioambiente es principalmente la presencia de estos contaminantes”.
En barrio Ituzaingó la estadística de muerte por cáncer es del 33%, registrándose en una población de 4mil personas más de 220 casos de cáncer. Esta cifra supera a la media del país, pero se repite en las zonas donde la fumigación esta presente.
Durante el juicio por fumigación en barrio Ituzaingó, el Dr. Andrés Eduardo Carrasco dejó en claro ante el tribunal que el glifosato: “… no es biodegradable” y agregó “hay estudios que comprueban que se mantienen incluso en las napas de la tierra, el glifosato pasa a la sangre y a las vías respiratorias. Pasa donde quiere y parte de lo que entra nunca sale”.
Siguiendo con su declaración, aseveró que para él las sospechas son suficientes para aplicar el principio precautorio, creando al menos espacios de seguridad. “Es un viejo principio de la deontología médica. Ante la sospecha, uno tiene que prevenir, no puede esperar a la certeza” explicó el médico y más tarde continuó “mi sospecha me llevó a la investigación, es difícil creer que los relatos de vida que uno escuchó no tuvieran un sostén de veracidad. La sospecha me llevó a ver si yo podía explicar con mis sencillas técnicas lo que estaba sucediendo”.
Su declaración fue contundente “El glifosato es un veneno porque mata organismos vivos. No sólo mata plantas sino también células vivas de humanos y animales”.
En una declaración conjunta entre Madres de barrio Ituzaingo y el Colectivo Paren de Fumigar de Córdoba días antes de concluir el juicio por contaminación se dejaba bien en claro la postura acusatoria: “Desde hace más de 10 años ciudadanos del interior del país denuncian que las fumigaciones los enferman; a la par que el agronegocio se expande más y más sobre la base de un modelo de agricultura tóxica con semillas transgénicas, un sistema que consume cantidades crecientes de venenos y que en este ultimo año utilizo 370 millones de l/kg de diversos venenos (68% glifosato). El gobierno nacional y los gobiernos de muchas de las provincias del país, impulsan con entusiasmo este modelo, negando sus efectos tóxicos, a pesar de contar, ante sus propios ojos, con la evidencia de las consecuencias que producen sobre la vida y la salud de su población”.
Otra valiosa declaración durante el juicio fue la del Ingeniero Javier Souza, quién explicó que “Argentina asiste a un modelo productivo de monocultivo. Se sabe que los monocultivos son insustentables”. Afirmó que se están alterando los ciclos biológicos a partir de insumos externos: insecticidas, pesticidas y fertilizantes. A su vez, la dependencia del modelo productivo de estos insumos se agudiza a causa de la pérdida de nutrientes de la tierra, explicó el experto.
El ingeniero Souza es parte del Convenio de Estocolmo, organismo que nuclea a más de 120 países del mundo, en el cual se llega a consensos respecto a cuáles químicos deben ser retirados del mercado por ser perjudiciales para la salud y el ambiente. Explicó que el glifosato está siendo investigado para que se lo declare C.O.P. (Contaminantes Orgánicos Persistentes).
La importancia de todo lo expuesto por científicos, médicos, y profesionales vinculadxs a la salud en el juicio a la fumigación en barrio ituzaingó, hace hoy a un importante registro histórico de esta problemática en el país, ya que es la primera vez que quedan testimoniadas ante un estrado las certezas de la ciencia respecto de las graves consecuencias en la salud del avance del modelo de siembra de organismos genéticamente modificados.
El fallo condenatorio del Tribunal sobre el agricultor Francisco Parra y al piloto aeroaplicador Edgardo Pancello, de tres años de prisión condicional no efectiva por violación de la Ley de Residuos Peligrosos (24.051), dejó un antecedente importante a instancias de un nuevo juicio (causa madre) donde entre otras cosas se buscará determinar la relación causa/efecto entre las fumigaciones y las enfermedades y/o muertes en barrio Ituzaingó.
Para esta causa ya suman nueve los imputados, entre ellos seis ingenieros agrónomos, a los cuales se los acusa por contaminación ambiental dolosa, y los ya condenados en la sentencia del primer juicio de agosto de 2012, el agricultor Francisco Parra, el piloto aeroaplicador Edgardo Pancello y el productor absuelto Jorge Gabrielli.
El modelo en el banquillo de los acusados
Como expresión de la relevancia de la resistencia, lucha y toma de conciencia de la gravedad de las fumigaciones y la presión que ésta genera sobre el sistema político y judicial, hace pocos días se anunció que en febrero de 2013 tendrá inicio un nuevo juicio por contaminación dolosa en Colonia Tirolesa, otra localidad cercana a la capital de Córdoba.
En esta causa se lo acusa a Nestor E. Conci de realizar fumigaciones a un lote sembrado en esta oportunidad con papa, pero generalmente ocupado por soja, en la zona de Colonia Tirolesa, con el producto Engeo de Syngenta; un insecticida a base de thiametoxan y lambdacihatina (neonicotinoide + piretroide) de categoría 2 (moderadamente peligroso para la salud); aplicado con un equipo terrestre de arrastre.
La denuncia data de noviembre del 2008, y la fumigación se realizó al costado este del campo mencionado, a escasos 20 metros del sembradío, donde existe una zona poblada y habitada por familias de la localidad.
Allí se fumigó violando el retiro establecido por la Ley provincial 9164. Se estuvo realizando la aplicación desde la hora 11 de la mañana hasta las 18 hs, con 26,5º de temperatura, hubo mucho viento todo el día y a las 12.45hs se registró un intenso viento del oeste de 65 km/hora; Conci continuó con la fumigación; violaba la distancia a la zona poblada, la temperatura recomendada y el viento que fue muy superior a los 5 km/h aceptables como “buenas prácticas” para cualquier aplicación de agrotóxicos.
Durante estos años y como forma de frenar la peligrosa actividad, en distintas localidades de Córdoba, el pueblo fue buscando y encontrando formas de organización y resistencia. Como expresión de la misma se fue pugnado, con distinta suerte, por la aprobación de ordenanzas que restrinjan la aplicación de agrotóxicos en cercanía de lugares poblados. La ordenanza de Alta Gracia es uno de los mayores logros del movimiento, ya que prohíbe la fumigación a 1500 metros de zona urbana. A la fecha, son 18 las localidades cordobesas que tienen ordenanzas que limitan la pulverización con distintos niveles de restricción.
La resistencia ha echado a andar
Este año se vivieron en Córdoba significativas e históricas movilizaciones en defensa de la soberanía alimentaria, el fin de las fumigaciones y el respeto por la vida. Primero el apoyo de miles de cordobesxs en las calles para exigir justicia para las madres de Barrio Ituzaingó y luego para repudiar la instalación de Monsanto en Malvinas Argentinas y su símil SYNGENTA en Villa María.
Lo que parecía un imposible hace un par de años comenzó a aparecer y a consolidarse: una sociedad que se pronunció masivamente, teniendo en este último trimestre como máxima expresión la resistencia contra Monsanto.
Malvinas Argentinas es una localidad a 15 km del centro de la ciudad de Córdoba, la misma es la típica ciudad dormitorio de familias pobres y trabajadoras, rodeada de campos con distintos cultivos y con una parte de la misma atravesada por la ruta provincial 19. Esta senda es una arteria importante del pulmón transgénico ya que conecta Córdoba con Santa Fe.
Es allí donde Monsanto pretende instalar su planta, y todo el poder político provincial, municipal y nacional hace su juego para garantizar que la semillera monopólica eche sus raíces. Curioso escenario se plantea donde sectores K (gobierno nacional), delasotistas (gobierno provincial) y radicales (gobierno municipal) muestran un nivel de acuerdo y articulación para limpiar el camino y coronar el 2014 con la inauguración de la planta.
Pero el camino esta mellado de conciencia y organización de vecinxs del pueblo que nucleadxs en la “Asamblea Malvinas lucha por la Vida” han generado en tiempo record más de una complicación al armado político aparentemente infalible.
Con el correr de los meses todas las propuestas tendientes a generar una resolución democrática, entiéndase “consulta popular”, fueron rechazadas de plano por el Concejo Deliberante de Malvinas, mediando una represión para quienes protestaban en las afueras de municipio por parte de la policía de Córdoba y grupos que respondían al Intendente Daniel Arzani.
Otras de las vías donde se ha planteado la disputa es en el terreno jurídico donde los recursos de amparo para que no se avanzara con las obras de construcción de la planta fueron desestimados por el fiscal Anticorrupción de Córdoba, Gustavo Hidalgo
La presentación penal planteaba que los acusados (funcionarios provinciales y municipales) incurrieron en el delito de abuso de autoridad y violación de los deberes de funcionario público al otorgar pre factibilidad a la radicación y autorizar el inicio de las tareas preliminares a la construcción de la planta antes de que la firma hubiera completado los requisitos que fija la Ley General del Ambiente 25.675.
Pese a los reveses planteados, se continúa exigiendo que se hagan públicos los informes de impacto ambiental que a la fecha y con los plazos vencidos aun no han sido presentados por la Secretaria de Ambiente provincial, la cual autorizó la ejecución de la 1era. etapa de la instalación de Monsanto en Malvinas Argentinas.
Para el conjunto de las asambleas son necesarias políticas públicas que consideren la importancia de resguardar el ambiente, políticas que limiten la codicia desenfrenada de los empresarios y sus socios, ya que consideran que: “son estos empresarios y funcionarios quienes ven en el ambiente:”…un “medio” para reproducir rápida e ilimitadamente el capital, desconociendo los ritmos regenerativos de la naturaleza y generando daños ambientales cuyos costos sufren y pagarán toda la comunidad…”
La resolución N° 595 de la Secretaría de Ambiente provincial abre nuevos interrogantes al respecto de la correcta ejecución de los pedidos emanados de la misma, los cuales se desconocen a la fecha y que solicitan expresamente un plazo de 30 días para presentar “…los estudios de modelos de dispersión atmosférica tendientes a obtener proyecciones de contaminantes en el ambiente”, por ejemplo. Y 45 días para presentar los análisis de agua correspondientes a la capa freática inmediatamente aguas debajo del predio de emplazamiento del proyecto…” Entre otras indicaciones, tampoco se dio a conocer el “Monto de la Inversión y el “cómputo y presupuesto del proyecto”.
Pero es en el escenario de disputa de la opinión pública, donde el monopolio Monsanto ha encontrado un hueso duro de roer, ya que es allí donde el Movimiento se ha presentado con un fuerte consenso en la población.
Esta situación ha generado que Monsanto deba invertir miles de pesos en pautas publicitarias, costosos viajes a periodistas, encargar encuestas telefónicas para conocer más acabadamente su imagen en la ciudadanía, además de impulsar reuniones con equipos de distintas redacciones periodísticas para fijar su “imagen benevolente”.
El progreso que contamina y mata, no es progreso.
Más allá de que la semillera pueda ejecutar su obra, no hay dudas que no será fácil para ningún gobierno, de ahora en más, continuar con sus políticas transgénicas, sin que se encuentre con niveles mayores de resistencia al modelo.
Los puntos de reclamo planteados por las asambleas socio ambientales son el rechazo a las políticas extractivistas y productivistas como la agricultura transgénica y de agrotóxicos, la megaminería y la minería de uranio y subrayan: “repudiamos enérgicamente la instalación de la planta de Monsanto en Malvinas Argentinas, como la de Syngenta en Villa María o la de Dow Chemical en el norte cordobés”. Además exigen que se respeten los derechos a la soberanía popular del pueblo de Malvinas Argentinas que reclama por un plebiscito que decida si se acepta o no la instalación de Monsanto en ese lugar. Y demandan un sistema productivo que integre a toda la población, que redistribuya la riqueza que se genere, y que preserve la capacidad regenerativa del ambiente para que siga siendo fructífero para todo el pueblo que habita la provincia ahora y en el futuro.
Fuentes:
http://argentina.indymedia.org/news/2013/01/829339.php
El mito del progreso humano

Truthdig

Traducido por Silvia Arana para Rebelión

En la obra Réquiem por una especie: ¿Por qué nos resistimos a la verdad sobre el cambio climático? Clive Hamilton describe el lúgubre consuelo derivado de aceptar que "el catastrófico cambio climático es algo virtualmente seguro". Dice que para eliminar cualquier "esperanza falsa" hace falta un conocimiento intelectual y un conocimiento emocional. El primero es algo posible de lograr. El segundo es mucho más difícil de adquirir porque los seres querido, incluyendo nuestros hijos, están condenados a la inseguridad, la miseria y el sufrimiento en el transcurso de pocas décadas -si no en pocos años. Asumir emocionalmente el desastre que nos aguarda, lograr comprender a un nivel visceral que la élite en el poder no responderá racionalmente ante la devastación del ecosistema, es tan difícil como la aceptación de nuestra propia muerte. La lucha existencial más abrumadora de nuestro tiempo es asimilar -intelectual y emocionalmente- esta horrible verdad y continuar resistiendo contra las fuerzas destructivas.



La especie humana, encabezada por europeos y euro-americanos blancos, ha lanzado, desde hace 500 años, una estampida violenta de conquista, saqueo, depredación, explotación y contaminación de la Tierra -matando al mismo tiempo a las comunidades indígenas que hallan en su camino. Pero el juego ha llegado a su fin. Las fuerzas técnicas y científicas que permitieron crear una vida de lujos sin paralelo son las mismas fuerzas que nos condenan. La manía de la expansión económica y explotación sin límites se ha convertido en una maldición, en una sentencia de muerte. Pero incluso mientras se desintegra nuestro sistema económico y del medio ambiente, después del año más caliente en los 48 estados contiguos de EE.UU. desde que se lleva el registro iniciado hace 107 años, carecemos de la creatividad emocional e intelectual para apagar el motor del capitalismo global. Nos hemos atado a una máquina de la muerte, como lo explica el borrador del reporte del Comité Asesor de Evaluación y Desarrollo Climatológico Nacional.



Las civilizaciones complejas tienen el mal hábito de la auto-destrucción. Antropólogos, entre los que se incluye Joseph Tainter en El colapso de sociedades complejas, Charles L. Redman en El impacto humano en los medio ambientes de la antigüedad y Ronald Wright en Breve historia del progreso han expuesto los patrones comunes que conducen a la desintegración de los sistemas. La diferencia es que, en esta época, nuestra destrucción arrastrará a todo el planeta. Con este colapso final no habrá nuevas tierras para explotar, ni nuevas civilizaciones para conquistar, ni nuevos pueblos para sojuzgar. La conclusión de la larga lucha entre la especie humana y la Tierra será que los seres humanos sobrevivientes aprenderán una dolorosa lección sobre la ambición desenfrenada y el egocentrismo.



"Hay un patrón que se repite en las diferentes civilizaciones del pasado de desgaste de los recursos naturales, sobreexplotación del medio ambiente, expansión desmedida y sobrepoblación", sostiene Wright en una conversación telefónica desde su hogar en British Columbia, Canadá. Agrega: "Según el patrón, las sociedades tienden al colapso poco después de alcanzar el periodo de mayor magnificencia y prosperidad. Ese patrón se repite en numerosas sociedades, los antiguos romanos, mayas y sumerios del actual sur de Irak. Hay muchos otros ejemplos, incluyendo sociedades a menor escala como la Isla de Pascua. Las mismas causas de la prosperidad de las sociedades en el corto plazo, especialmente nuevas formas de explotar el medio ambiente como la invención de la irrigación, conducen al desastre en el largo plazo debido a complicaciones que no se pudieron prever. A esto lo llamo "la trampa del progreso" en el libro Breve historia del progreso. Hemos puesto en movimiento una maquinaria industrial de tal nivel de complejidad y dependencia en la expansión que no sabemos cómo arreglarnos con menos ni como lograr estabilidad en relación a nuestra demanda de recursos naturales. Hemos fracasado en el control de la población humana. Se ha triplicado en el curso de mi vida. Y el problema se agudiza por la brecha creciente entre ricos y pobres, la concentración de la riqueza, que asegura que nunca habrá suficiente para repartir. La cantidad de gente en extrema pobreza en la actualidad -cerca de dos mil millones- es mayor de lo que era la población total del mundo a principios del siglo XX. Eso no es progreso."



"Si continuamos negándonos a enfrentar la situación de una manera racional y ordenada marcharemos, tarde o temprano, hacia una suerte de gran catástrofe.", sostiene Wright. "Si tenemos suerte, será lo suficientemente grande como para despertarnos a nivel mundial pero no tanto como para eliminarnos. Ese sería el mejor de los casos. Debemos trascender nuestra historia evolucionista. Somos cazadores de la Era Glacial afeitados y vestidos de traje. No somos buenos pensadores a largo plazo. Preferimos atiborrarnos con carne de mamut sacrificando a todo el rebaño en el precipicio antes que ingeniarnos para conservar el rebaño y tener alimento diario para nosotros y nuestros hijos. Esa es una transición que nuestra civilización debe hacer. Y no la estamos haciendo."



Wright, que en su novela distópica Un romance científico, pinta un mundo futuro devastado por la estupidez humana, menciona "los intereses políticos y económicos afianzados" y la incapacidad imaginativa de la inteligencia humana como dos de los mayores impedimentos para un cambio radical. Y dice que estamos en falta todos los que usamos combustibles fósiles y todos los que participamos de la economía formal.



Las sociedades capitalistas modernas, sostiene Wright en su libro "¿Qué es América: Una breve historia del Nuevo Mundo", derivan del saqueo perpetrado por los invasores europeos contra las culturas indígenas del continente americano desde el siglo XVI al siglo XIX, combinado con el empleo de esclavos africanos como fuerza de trabajo sustituta de los nativos. La población de indígenas americanos decreció en un 90% a causa del sarampión y otras plagas nuevas. Los españoles no lograron conquistar ninguna de las grandes civilizaciones hasta que el sarampión empezara a hacer estragos; en efecto, los aztecas derrotaron a los españoles al principio. Si Europa no hubiera saqueado el oro de las civilizaciones azteca e inca, si no hubiera ocupado la tierra y se hubiera apropiado de los altamente productivos cultivos del Nuevo Mundo para explotarlos en sus granjas europeas, el crecimiento de la sociedad industrial en Europa habría sido mucho más lento. Karl Marx y Adam Smith señalaron que el influjo de riqueza desde las Américas hizo posible la Revolución Industrial y el inicio del capitalismo moderno. Fue la violación de las Américas, señala Wright, lo que desencadenó la orgía de la expansión europea. La Revolución Industrial también equipó a los europeos con sistemas avanzados de armamento, lo que hizo posible una mayor subyugación, saqueo y expansión.



"La experiencia de 500 años de expansión y colonización relativamente fáciles, de la constante toma de nuevas tierras, condujo al mito del capitalismo moderno de que es posible expandirse indefinidamente", dice Wright. "Es un mito absurdo. Vivimos en este planeta. No podemos dejarlo e irnos a otra parte. Tenemos que hacer ajustes a nuestras economías y demandas de la naturaleza dentro de los límites naturales, pero hemos tenido 500 años durante los cuales los europeos y los europeos- americanos, al igual que otros colonialistas han dominado el mundo. Este periodo de 500 años ha sido visto no solo como algo fácil sino también normal. Creemos que las cosas siempre serán más grandes y mejores. Tenemos que entender que ese largo periodo de expansión y prosperidad fue una anomalía. Algo así ha sucedido muy raramente en la historia y nunca volverá a suceder. Tenemos que hacer reajustes en la civilización a nivel integral para vivir en un mundo finito. Sin embargo, no lo estamos haciendo porque llevamos mucho bagaje, demasiadas versiones míticas de una historia deliberadamente distorsionada y un sentimiento profundamente enraizado de que ser moderno se reduce a tener más. Esto es lo que los antropólogos llaman una "patología ideológica", una creencia auto-destructiva que provoca el colapso y la destrucción de las sociedades. Estas sociedades continúan haciendo cosas realmente estúpidas porque no pueden cambiar la manera de pensar. Y en este punto nos encontramos nosotros ahora."



Y a medida que el colapso se hace palpable, si la historia de la humanidad puede servir de guía, nosotros como las sociedades en proceso de desintegración del pasado, nos refugiaremos en lo que los antropólogos llaman "cultos de crisis". La impotencia que sentimos frente al caos ecológico y económico desatará engaños colectivos más agudos, como la creencia fundamentalista en un dios o en dioses que vendrán a la tierra para salvarnos.



"Las sociedades a punto de colapso, a menudo, son víctimas de la creencia de que si realizan ciertos rituales todo lo malo desaparecerá", dice Wright. "Hay muchos ejemplos de ello a través de la historia. En el pasado esos cultos de crisis se impusieron entre los pueblos que habían sido colonizados, atacados y masacrados por extranjeros, de los pueblos que habían perdido control de sus vidas. Esos rituales representan la capacidad de recuperar el mundo del pasado, al que visualizan como una especie de paraíso. Buscan regresar a cómo eran las cosas. Los cultos de crisis se propagaron rápidamente entre las sociedades de indígenas americanos en el siglo XIX, cuando los indígenas y los búfalos eran masacrados con rifles de repetición y luego con metralletas. La gente llegó a creer que, como sucede en la 'danza de los fantasmas', si ellos hacían lo correcto desaparecería el mundo moderno que les era intolerable: el alambre de púa, las vías ferroviarias, el hombre blanco, las armas de fuego.



"Todos tenemos el mismo tipo básico de mecanismos psicológicos: somos muy malos para planear a largo plazo y nos aferramos a engaños irracionales frente a una amenaza seria", dice Wright. "Veamos, por ejemplo, la creencia de la extrema derecha de que si desapareciera el gobierno, recuperaríamos el paraíso de la década del 50. Veamos de qué manera permitimos que avance la exploración de petróleo y gas cuando sabemos que una económica basada en el carbón representa un suicidio para nuestros hijos y nietos. Ya se pueden sentir los resultados. Cuando se llegue al punto en el que grandes partes de la Tierra experimenten malas cosechas al mismo tiempo, tendremos hambrunas masivas y una ruptura del orden establecido. Eso nos depara el futuro si no tomamos medidas frente al cambio climático."



Dice Wright: "Si fracasamos en este gran experimento, el experimento de los simios que desarrollaron la inteligencia suficiente como para hacerse cargo de su propio destino, la naturaleza se encogerá de hombros y dirá que fue divertido dejar que los simios se hicieran cargo del laboratorio por un rato pero que después resultó una mala idea".
Fuente: http://www.truthdig.com/report/page2/the_myth_of_human_progress_20130113/