lunes, 5 de mayo de 2014

¿Crecer o decrecer? That is the question




“Todos los habitantes de la Tierra cabrían en el estado de Texas”. Con este argumento, sectores de la Iglesia católica se enfrentaron a la inmensa mayoría de participantes en la III Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo de 1994, partidaria de la planificación familiar y del control de la natalidad. Esta posición fue muy criticada entonces, especialmente desde sectores de la izquierda, y con razón. Al parecer la Iglesia no solo cree que las almas van al cielo sino que aquí, en la Tierra, encerradas en el cuerpo, seguirían siendo seres celestiales que no necesitan espacio vital alguno.
Lo sorprendente es que gran parte de la izquierda mantiene una creencia semejante respecto del crecimiento económico continuo, como si nuestro mundo fuera cuasi inmaterial, desligado de las leyes físicas y biológicas que lo gobiernan y limitan el crecimiento ya sea económico, poblacional o de recursos disponibles.
En su artículo “Los errores de la tesis del decrecimiento” aparecido en Público (1), el profesor Navarro critica al ecologismo partidario del decrecimiento, en la persona de Marcellesi (2), tachándolo de conservador, de hacer el juego a la derecha y de desconocer las posiciones del ecologismo de izquierdas, encarnado en Barry Commoner.
Para Navarro, el problema no es elegir entre crecimiento y decrecimiento sino qué tipo de crecimiento queremos. Aduce que puede haber un crecimiento económico compatible con los ecosistemas modificando el sistema productivo e incrementando el sector servicios. Si no entendemos mal, con una economía de este tipo, podría mantenerse un crecimiento económico ilimitado, suponemos que del PIB, con un descenso en la producción y consumo de los bienes más intensivos en la demanda de energía y otros recursos naturales en favor de otros que lo sean menos. En otras palabras, se trataría de desmaterializar la economía, de desacoplar el crecimiento económico de su base física. Aunque algunas naciones como Alemania han conseguido ciertos resultados manteniendo el crecimiento económico a la vez que disminuía la energía utilizada mediante el incremento de la eficiencia energética y del ahorro en las actividades más superfluas, la gran mayoría de los países no lo ha podido hacer. Y si lo hubieran hecho, sólo se habría ganado algo de tiempo en la segura colisión de nuestras economías con los límites del planeta. Y es que toda actividad, humana o no, requiere energía.
A nuestro juicio, hay tres aspectos -que quizá suscribiría el propio Commoner, conocedor como era del Segundo principio de la termodinámica y de sus implicaciones para la economía- que hay que tener presentes para comprender el significado del crecimiento ilimitado y rechazarlo por sus consecuencias indeseables: los límites naturales, el crecimiento de tipo exponencial y la historia de sociedades fracasadas por problemas ambientales.
Un par de réplicas al profesor Navarro, fundamentadas en los límites al crecimiento, pueden encontrarse en el blog de Antonio Turiel (3) y en el de Pedro Prieto (4). Concretamente, el pico del petróleo, alcanzado en algún momento entre el 2005 y 2006, es un hecho incuestionable que, de no encontrarse un sustituto del crudo, acabará con el crecimiento económico. Y no parece haber un sustituto de una abundancia, versatilidad y densidad energética comparables a las del petróleo; con el problema añadido de que, aún en el caso que se encontrara, no habría tiempo para realizar tal sustitución y sortear los estragos económicos y sociales de esta crisis energética y económica.
De otros recursos no renovables, tanto energéticos como minerales, tampoco andamos sobrados y también tienen picos cercanos. En cuanto a los recursos renovables, el panorama no es nada halagüeño, es incluso más preocupante. Por decirlo sintéticamente, desde los años 70 del siglo pasado hemos entrado en déficit ecológico. Desde entonces, no tenemos suficiente con los recursos renovables que produce anualmente la Tierra y hemos empezado a “devorar” el capital natural acumulado durante décadas y siglos. Como ya ha advertido Mediavilla (5), queramos o no, el decrecimiento físico ya ha comenzado.
Einstein dijo que uno de los problemas de la humanidad consiste en no comprender la función exponencial. En el caso que nos ocupa, tanto el crecimiento económico como el demográfico se han acercado desde la Revolución Industrial hasta hoy a un crecimiento de este tipo. La solución no pasa por mantener el crecimiento porque, aunque pudiéramos dar con una fuente de energía tan poderosa y abundante como el petróleo y continuar el crecimiento mundial a razón, por ejemplo, del 3% anual (la tasa media de las últimas tres décadas), en 23 años duplicaríamos el consumo actual de recursos que equivale a más de planeta y medio. ¿De dónde sacaríamos tres planetas? En un sistema limitado, como la Tierra, el crecimiento exponencial del consumo de recursos también supone una reducción exponencial de los mismos, lo que implica que puede alcanzarse un umbral peligroso más allá del cual no sea posible “frenar” a tiempo. Ante esta disyuntiva, ver el vaso medio lleno puede suponer un riesgo fatal porque todo indica que nos estamos acercando a ese umbral rápidamente.
Situaciones semejantes a la nuestra pero a una escala local o regional han sucedido en varias ocasiones a lo largo de la historia. La investigación histórica ha puesto de relieve que algunas sociedades han colapsado por minar los recursos de su medio natural. El crecimiento demográfico y ciertas prácticas nocivas han acabado con la base forestal y edafológica que sustentaba esas sociedades.
De haber tenido presentes las advertencias del Club de Roma y de Einstein, así como estas lecciones de la historia, ahora no nos tendríamos que enfrentar a una situación de tanta emergencia.
Dicen que la verdad es revolucionaria. Si no cambiamos el modelo económico, más bien pronto que tarde, la humanidad está abocada a un colapso. Pues bien, por inconcebible que pueda parecer, el poder financiero y político que domina el mundo ya ha elegido su opción, apurar la máquina del crecimiento hasta que reviente. Seguramente creen que así van a obtener más beneficios que si plantean frenar la economía y entrar en una etapa de decrecimiento voluntario porque eso significaría el fin del capitalismo y de su status dentro de él. Más difícil de comprender es la situación que vive la izquierda. La ciudadanía, aquejada por los muchos problemas cotidianos, es ajena a la crisis energética que ya tenemos encima y cree todavía en un futuro inexistente, el que le proporcionará la recuperación de la senda del crecimiento. La adscripción a paradigmas contrarios, crecimiento versus decrecimiento, impide valorar la emergencia de la situación y su difusión, manteniendo a la izquierda dividida y a la sociedad en el limbo de la desinformación.
Sería razonable, a pesar de las diferencias existentes en cuanto a la valoración de la situación ecológica –aunque los hechos y la lógica dejan poco margen para la incertidumbre- que la izquierda conviniera aplicar un principio de precaución a la hora de confeccionar una política común para aminorar los riesgos en el caso de que estallara la crisis energética y se intensificara el cambio climático. Complementariamente al mismo, hay una idea central que puede servir de guía para llegar a acuerdos programáticos importantes: la idea de resiliencia. Más allá de si la economía crece o decrece –nosotros pensamos que, con altibajos, la tendencia hacia el decrecimiento es ineludible- lo importante es preparar al país para hacerlo más resistente en lo posible a nuevas crisis económicas, políticas, sociales o ambientales, ante perturbaciones o contingencias futuras como la escasez y encarecimiento de la energía, el cambio climático, nuevas burbujas financieras, casos graves de corrupción, etc.
Aunque el debate crecimiento vs decrecimiento no hay que darlo por cerrado, no debiera ser, bajo esta perspectiva, un obstáculo para llegar a acuerdos con el fin de modificar el sistema productivo y hacerlo menos dependiente del petróleo, más diversificado y local, con sistemas de reciclaje más eficaces y que aprovechase y conservase los recursos de nuestro país, especialmente las energías renovables, los bosques, la diversidad biológica, cultural y paisajística, la tierra fértil y el agua.
La investigación científica e innovación tecnológica y una capacidad de financiación propia serían necesarias para mejorar la producción y evitar que el sistema no dependa del exterior o de la banca privada.
Los acuerdos seguramente son más fáciles de lograr en aspectos sociales y políticos que fortalezcan la solidaridad en nuestro país, como combatir el paro creando empleo verde y repartiendo el trabajo, mantener y mejorar los servicios públicos esenciales y proteger a los sectores más débiles, vulnerables y dependientes. La difusión y debate en una democracia participativa a diferentes escalas y la separación de los tres poderes permitirían fortalecer el andamiaje político y social.
A pesar de las importantes discrepancias que subsisten en el seno de la izquierda, creemos que estos dos criterios, el de precaución y resiliencia, junto a otros no menos importantes, pueden permitir alcanzar un programa común que nos saque del atolladero, evite sufrimiento y prepare el futuro ante retos tan importantes como el del paro, la pobreza, el cambio climático y la crisis energética. Así parecen haberlo entendido los partidos y activistas que han iniciado contactos para alcanzar acuerdos sustanciales que deben ir más allá de las elecciones europeas e intentar integrar a los sectores más conscientes de la socialdemocracia de la situación de emergencia en la que nos encontramos.
Referencias bibliográficas
(1) Navarro, V (2014). Los errores de la tesis del decrecimiento. Público 6/2/2014
(2) Marcellesi, F (2013). La crisis económica es también una crisis ecológica. Público 9/10/2013
(3) Turiel, A (2014). Revista de prensa. Vicenç Navarro en Dominio público. Blog The Oil Crash, 7/2/2014
(4) Prieto, A (2014). De progresistas y biofísica económica. 8/2/2014
(5) Mediavilla, M. (2011). Decrecer bien o decrecer mal. Rebelión, 16/11/2011 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=139397

Entre el capitalismo y la ecología

Quemanta


En las Conferencias Internacional sobre Desarrollo Sostenible un tema que está lamentablemente ausente es el de la adaptación de nuestros sistemas económicos a los cambios climáticos. Pareciera que las distintas oficinas de las Naciones Unidas caminan por carriles paralelos, nunca se encuentran. Y sin embargo la realidad es una misma y no habrá más desarrollo si no nos fijamos en los informes sobre calentamiento global. Algo hay que hacer. La gran pregunta que anima el artículo es ¿Puede un gobierno ser capitalista y defensor de la ecología al mismo tiempo? Para eso le doy una mirada a las políticas de Perú, Colombia, Bolivia y Ecuador.En los cuatro casos se han dictado una serie de disposiciones legales e incluso constitucionales que pretenden proteger la naturaleza. En los cuatro se han desarrollado procesos de cambios que deberían haber potenciado estas políticas. El Perú logro derrotar la dictadura de Fujimori y comenzó un proceso de “transición a la democracia” que incluye la prisión del dictador. Ecuador, Bolivia, Colombia, han tenido importantes cambios constitucionales que incluyen artículos con contenido ecológico. Y sin embargo vemos en los cuatro que el extractivismo está ganando la batalla.
El nuevo siglo se inició en el Perú con un Gobierno de Transición, al ser declarado con incapacidad moral el Presidente Alberto Fujimori, por haberse fugado del país en medio de una grave crisis política. Durante el corto periodo de ocho meses de gobierno de Valentín Paniagua, se restableció el estado de derecho en el país, se logró estabilidad política, respeto a la institucionalidad democrática Alejandro Toledo, luego de un proceso electoral democrático, se convirtió en el presidente del Perú para el periodo del 2001 al 2006.
El 2005 se dictó la Ley General del Ambiente que establece los principios y normas básicas para el efectivo ejercicio del derecho constitucional al ambiente saludable, equilibrado y adecuado para el pleno desarrollo de la vida. Regula la gestión del ambiente y sus componentes en el Perú, y estipula la aplicación de medidas de adaptación y mitigación para eliminar o controlar las causas que generan la degradación ambiental. El 2008 se crea el Ministerio del Ambiente con el fin de aplicar políticas acordes con dicha ley y los compromisos internacionales adquiridos.
Y sin embargo son cada vez más los espacios agrarios que pasan a convertirse en zonas mineras. En un país que en los años 60 produjo una importante reforma agraria que puso las tierras en manos de quienes la trabajan esto ha significado un constante enfrentamiento entre la política extractivista del gobierno y el movimiento social: 12 muertos durante el gobierno de Alejandro Toledo, 67 durante el segundo gobierno de Alan García y 27 muertos durante el gobierno Ollanta Humala.
Bolivia es un país que resulta importante por varias razones. Tiene un gobierno que resulta de luchas ambientales y que corresponde al liderazgo del cocalero Evo Morales. Tiene una actitud de mayor independencia frente al mercado internacional. Promueve mayor inversión social, cambios institucionales que favorecen la participación ciudadana y fortalecimiento del Estado. Ha elevado el Buen Vivir a categoría constitucional lo que supone una relación más positiva entre los seres humanos y entre estos y la naturaleza. Por último hay que destacar el liderazgo mundial que dio lugar a su momento más destacado: la Cumbre de Cochabamba de 2010.
A fines de la década del 2000, e inicios de la siguiente, los temas de cambio climático ocuparon un lugar central en la agenda política del país, de la mano del presidente Evo Morales, para quien es central la interpelación a las causas estructurales del cambio climático y la demanda a los países desarrollados a reducir sus Gases de Efecto Invernadero en sus fuentes domésticas y no a través de los mecanismos financieros de mercado.
El 2013 sin embargo ha estado marcado por el conflicto de la carretera TIPNIS. Se trata de un proyecto de unir el Pacifico con el Atlántico y que sin embargo afecta a un país que hace más de un siglo reclama su salida al mar. Evidentemente los beneficiados son Chile y Brasil. Pero también hay intereses Bolivianos, nuevamente relacionados a la política extractivista. En el plano de la institucionalidad del cambio climático, se genera el debilitamiento progresivo del Programa Nacional de Cambio Climatico hasta su cierre en 2012, así como el cierre del Mecanismo Nacional de Adaptación al Cambio Climático en 2011.
En Colombia desde finales de la década del ochenta, la economía ha venido siendo objeto de una significativa diversificación hacia la superación del modelo mono exportador del café, por uno que incluye múltiples productos primarios, mediante el auge de industrias extractivas (minerales e hidrocarburos), manufacturas y prestación de servicios. Todo a partir de la implementación del modelo económico neoliberal impulsado por el Consenso de Washington de 1989.
Si bien la Constitución Política de 1991 no contiene disposiciones que aludan directamente al cambio climático, si contempla un amplio catálogo de normas en materia ambiental y reconocimiento de la diversidad cultural. A esto se suma la Ley 99 de 1993, que creó el sistema nacional ambiental y reconoció los principios de la Declaración de Río de Janeiro de 1992 —sobre medioambiente y desarrollo— como principios orientadores de la política. Además, el desarrollo jurisprudencial de la Corte Constitucional, en particular en materia de derechos ambientales y la protección de los territorios, han hecho de Colombia un país bandera en esta materia.
 Algunas organizaciones de la sociedad civil, con experticia en materia de cambio climático y áreas prioritarias para la conservación, decidieron formar una Mesa para apoyar las iniciativas del gobierno. Además, participaron en la realización conjunta de talleres de información y diálogo temprano con pueblos indígenas y comunidades afrocolombianas. Lastimosamente las recomendaciones y estrategias formuladas por la Mesa prácticamente se quedaron en la mesa, por no tener la capacidad de articularse con sectores gubernamentales.
Colombia es, de los cuatro, el país con menos preocupación ambiental. En la actualidad, la economía del país se encuentra en un proceso dirigido a alcanzar mejores niveles de competitividad, lo cual se acompaña de la flexibilización de la normatividad ambiental y la no definición de salvaguardas socioambientales.
La Constitución de la República que actualmente rige la vida jurídica del Ecuador es fruto de un proceso profundo de cambios en la estructura institucional del Estado, que inició en septiembre de 2007 con la inauguración de los trabajos de la Asamblea Constituyente de Montecristi, y que culminó con la promulgación de la nueva Constitución en octubre de 2008 luego de su aprobación mayoritaria en referéndum. El nuevo texto constitucional incorpora tres pilares fundamentales sobre los que sustenta su visión de país. Los tres resultan de gran relevancia en relación a la naturaleza, la diversidad cultural y los derechos vinculados a ellas: el buen vivir o sumak kawsay, el reconocimiento de derechos a la naturaleza y el carácter plurinacional del Estado ecuatoriano. Con respecto al cambio climático, la Constitución establece que el Estado adoptará medidas adecuadas y transversales para la mitigación del cambio climático, mediante la limitación de las emisiones de gases de efecto invernadero, la deforestación y la contaminación atmosférica; además, tomará medidas para la conservación de los bosques y la vegetación, y protegerá a la población en riesgo (Art. 414).
Y sin embargo la iniciativa más atrevida del gobierno ecuatoriano muestra claramente sus límites. Se trata del compromiso del país para mantener indefinidamente inexplotadas las reservas de 846 millones de barriles de petróleo en el campo ITT (Ishpingo-Tambococha-Tiputini), equivalentes al 20% de las reservas del país, localizadas en el Parque Nacional Yasuní en la Amazonía ecuatoriana. Pero es un compromiso condicionado a lo que haga la banca mundial. El Presidente Correa propuso que la comunidad internacional contribuya financieramente con al menos 3.600 millones de dólares, equivalentes al 50% de los recursos que percibiría el Estado en caso de optar por la explotación petrolera. Como la comunidad internacional no ha respondido el gobierno ecuatoriano piensa pasar por encima de los artículos que hablan de los derechos de la naturaleza, que prohíben la deforestación, que protegen a las comunidades en aislamiento voluntario.
En resumen: no puede haber cambio social que no pase por la ruptura con el capitalismo. Los intentos han sido saludables. Las propuestas de defender la naturaleza están ahí y seguramente son honestas. Pero no bastan. Y ya en los cuatro países los pueblos han comenzado a andar en la dirección del ecosocialismo. En esa dirección nos apuntamos.
 http://quemanta.org/2014/entre-el-capitalismo-y-la-ecologia-2/

¿Tienen sentido las megarrepresas del mundo?

Lauren Everitt
BBC, San Francisco
 Martes, 11 de marzo de 2014
Un nuevo informe de investigadores de la Universidad de Oxford, Inglaterra, argumenta que las grandes represas son una inversión riesgosa: no se ajustan a los prespuestos proyectados, ahogan en deudas a las economías emergentes y no resultan en los beneficios prometidos. ¿Alguna vez han tenido sentido estos proyectos?
Basta echar un vistazo sobre el muro de 60 pisos de alto de la Presa Hoover (entre Arizona y Nevada en Estados Unidos) para que cualquiera sienta un hormigueo en la piel. El concreto con el que fue construida podría pavimentar una carretera desde Nueva York a San Francisco. Es una barrera colosal promocionada como un símbolo del dominio del hombre sobre la naturaleza y como una maravilla de la ingeniería del siglo 20.

Pero lo más "milagroso" es que la Presa Hoover fue completada dos años antes de lo programado y costó unos US$15 millones menos de lo presupuestado.Se dice que la represa ayudó a que la economía estadounidense arrancara después de la Gran Depresión, controlando al río Colorado -propenso a inundaciones- y generando energía hidráulica barata para los áridos estados del suroeste del país.
Los críticos del megaproyecto, sin embargo, afirman que la Presa Hoover es una anomalía.
Los investigadores de Oxford revisaron 245 grandes represas: aquellas con una altura de más de 15 metros y que fueron construidas entre 1934 y 2007.
Descubrieron que 96% de estos proyectos sobrepasaron sus presupuestos aprobados: la represa Itaipú en Brasil se excedió 240% y tomó 8,2 años construirla.
En la gran mayoría de los casos, dicen los autores, las megarrepresas no son económicamente viables.
Construcción de la represa de Belo Monte
La construcción de Belo Monte fue suspendida en 2011.

Fiebre de construcción


Pero después de un período de calma de dos décadas, una vez más se está pregonando a estos proyectos como el boleto para la prosperidad. Desde China hasta Brasil, pasando por Pakistán y Etiopía, todos se precipitan a construirlos.
Ya que se espera que el consumo de electricidad en el mundo se incremente más de 56% entre 2010 y 2040 -según el informe de International Energy Outlook de 2013- la energía hidráulica es una alternativa tentadora.
Más del 90% de la energía renovable proviene de represas, según la Comisión Internacional de Grandes Presas.
Andy Hughes de la Sociedad Británica de Presas apunta a Laos y Vietnam como ejemplos resplandecientes de países constructores de presas que han logrado dominar la energía hidráulica.
"Construyen represas, generan energía hidráulica y después exportan esa energía a otros países, así que es una cosecha abundante de dinero para ellos", dice Hughes.
Pero Bent Flyvbjerg, el principal autor del estudio sobre represas de la Universidad de Oxford, afirma que estos proyectos "no son neutrales ni en sus emisiones de carbono ni en las de gases de efecto invernadero". Las enormes cantidades de concreto que se requieren para construirlas dejan una enorme huella de carbono, señala.
"Todo depende de quién está sentado en la mesa. Durante medio siglo o más ha habido mucha controversia sobre el contexto más amplio en el que estos proyectos están construidos. Es decir, quién pierde su sustento, quién gana en la construcción de la represa y cuáles son los costos y beneficios medioambientales"
Julia Jones, hidróloga
Además la vegetación anegada bajo los embalses produce metano, un gas de efecto invernadero que es casi 20 veces más potente que el dióxido de carbono, agrega.

REPRESAS CONTROVERTIDAS
Belo Monte
·         País: Brasil
·         Altura: 90m
·         Costo: US$14.400 millones que se predice aumentarán a US$27.400
·         Controversia: Un juez suspendió su construcción en 2011 por motivos medioambientales
Tres Gargantas
·         País: China
·         Altura: 181m
·         Costo: US$23.000 millones
·         Controversia: Desplazó a 1,4 millones de personas. Pudo haber causado desprendimiento de tierra.
Diamer-Bhasha
·         País: Pakistán
·         Altura: 272m
·         Costo: US$12.700 millones. Se predice que el costo de construcción no será recuperado.
Gilgel Gibe III
·         País: Etiopía
·         Altura: 243m
·         Costo: US$2.100 millones
·         Controversia: Se cree que afectará la pesca y el sustento de 500.000 habitantes del Valle Bajo del Omo

Grande contra pequeño

Pero subraya que su argumento no es en contra de las presas como tal sino de las megrapresas.
"No aceptamos que se trate de una discusión de la energía hidráulica de las grandes presas contra los combustibles fósiles. Nos gustaría que la discusión fuera de las grandes presas frente a los pequeños proyectos de energía hidráulica" asegura.
Otros, como Peter Bosshard del grupo ambientalista International Rivers, dicen que el cambio climático amenaza con alterar los patrones de clima de forma impredecible.
"Si ponemos todas nuestras esperanzas de energía en una sola gran represa, estamos tomando un enorme riesgo porque no sabemos qué patrones de precipitación tendremos en el futuro" afirma.
El costo de estas "bestias" es el principal enfoque del estudio de Oxford.
Flyvbjerg asegura que el precio de US$14.400 millones de la presa Belo Monte en Brasil podría incrementarse a US$27.400 millones superando cualquier beneficio y sumergiendo al país en una montaña de deudas.
Por lo menos, dice, Brasil tiene una economía robusta. Pero para muchas otras economías emergentes, las megarrepresas son sinónimo de desastre.
Algunos países solicitan préstamos enormes, a menudo en moneda extranjera, lo cual los hace vulnerables a las fluctuaciones en las tasas de cambio. Y cuando las represas no brindan los beneficios prometidos estas naciones sufren un golpe tremendo.
"Es como un toro en una tienda de porcelana: estos proyectos son demasiado grandes y demasiado riesgosos para que las economías más frágiles del mundo puedan enfrentar el desafío", expresa el autor.
Agrega que incluso cuando un proyecto se excede en costo y tiempo, los gobiernos se muestran renuentes a abandonarlo.
"Una represa realmente es un activo inútil si no está terminada. Incluso si está 99% finalizada, no se puede usar. O está lista o no lo está" expresa Flyvbjerg.
Pero según Andy Hughes las represas tienen muchas ventajas. Los críticos, dice, deberían plantearse varias preguntas: "¿De qué otra forma se puede generar energía, de qué otra forma podemos darle a la gente agua potable, de qué otra forma podemos irrigar granjas, de qué otra forma podemos tratar las aguas residuales?".
Y además, agrega, las presas crean empleos. El proyecto de la presa hidroeléctrica de Belo Monte proyecta la creación de unos 20.000 empleos.

OTRAS REPRESAS CONTROVERTIDAS EN AMÉRICA LATINA
Yacyretá-Apipé
·         País: Argentina, Paraguay
·         Altura: 44m
·         Costo: US$11.500
·         Controversia: Se dice que anegó un bioma único que condujo a la extinción de varias especies. Su construcción fue objeto de varias denuncias de corrupción.
HidroAysén (en construcción)
·         País: Chile (es un megaproyecto de cinco represas en la región de Aysén)
·         Costo: su presupuesto proyectado es de US$3.200 millones
·         Controversia: Su construcción fue suspendida en 2012 tras protestas públicas por supuestos daños medioambientales y falta de transparencia.

"Nadie gana"

 Presa de Itaipú
El proyecto de Itaupú excedió excedió 240% su prespuesto.
Hughes afirma que estos proyectos pueden jugar un rol importante para mitigar el cambio climático. Durante condiciones de sequía, los embalses proveen agua potable y para irrigación, y durante los períodos de lluvia son clave para proteger de inundaciones, señala.
Julia Jones, hidróloga de la Universidad Estatal de Oregon, Estados Unidos, argumenta que estas afirmaciones apoyan su estudio sobre represas en la cuenca del río Columbia en el noroeste del Pacífico.
"Ha habido un incremento neto en la disponibilidad de agua durante tiempos de sequía y en la protección de sitios durante inundaciones, lo cual es exactamente el objetivo que intentan las represas", explica.
"Esto sugiere que hay una adaptación y que podrían tener una capacidad suficientemente grande para enfrentar el futuro cambio climático". Pero subraya que todo dependerá de cuán grande sea el impacto del cambio climático.
El verdadero beneficio de las represas podría simplemente reducirse a la perspectiva, dice Jones.
"Todo depende de quién está sentado en la mesa" explica. "Durante medio siglo o más ha habido mucha controversia sobre el contexto más amplio en el que estos proyectos están construidos. Es decir, quién pierde su sustento, quién gana en la construcción de la represa y cuáles son los costos y beneficios medioambientales".
Para Hughes, se trata más bien de una trampa en la que "serás malo si lo haces, serás malo si no lo haces".
"Mi opinión es que nunca se gana con una represa. Si la construyes serás criticado, pero una vez que está terminada la gente dice: '¿y porqué hicieron tanto escándalo?'. Pero en el momento que tratas de demoler una presa te critican por dañar el hermoso medio ambiente. Así que me temo que se trata de un ejercicio en el que nadie gana".
Presa de Tarbela
La presa de Tarbela en Pakistán contiene el mayor embalse del mundo.

Alimentos transgénicos y el valor de la prueba experimental

Julio Muñoz Rubio


Una de las características generalmente admitidas del llamado método científico es la capacidad de corroboración (o falsación) de las hipótesis postuladas para explicar tal o cual fenómeno, mediante el experimento. El experimento es la prueba clara de la veracidad o falsedad de toda hipótesis y –postulan las posiciones cientificistas– proporciona evidencia pura, está más allá de intereses o ideologías, provee de los datos necesarios e indispensables para aceptarla o rechazarla.
Quienes han construido esta concepción cartesiano-positivista hegemónica en ciencia parten también de presupuestos como estos:
La ciencia es una sola y dentro de cada problema que formula hay un solo un camino para ofrecer pruebas a favor o en contra.
La ciencia se encuentra fuera de todo tipo de intereses externos a ella (políticos, económicos, ideológicos).
La ciencia es superior a toda otra forma o tradición de conocimiento.
Podemos refutar estos presupuestos si dejamos de concebir abstractamente a la ciencia y en cambio la situamos en su contexto social. Para empezar, debe considerarse que la ciencia no es una actividad homogénea, igualmente practicada por cualquier integrante de una comunidad, sustrayéndose al carácter de las teorías, metodologías y concepciones del mundo que sostiene y apartándose de su ubicación dentro del entramado de relaciones de poder y de clase. El criterio de evidencia a favor o en contra de una teoría no puede desprenderse de estas relaciones e intereses.
Parte del debate acerca de los alimentos transgénicos ha sido dilucidar si se trata de un debate científico opolítico. En este contexto, la posición cientificista ha sido sostenida principalmente por los partidarios de la comercialización de estos alimentos. Quienquiera que se oponga a comercializar estos alimentos debe mostrar la prueba, la evidencia universal de su peligrosidad. Mientras esto no se haga los transgénicos son inocuos por decreto (no por evidencia científica).
Surgen aquí varias preguntas: ¿cuándo se podrían mostrar las pruebas definitivas que den o quiten la razón a un punto de vista u otro acerca de los efectos de la liberación de alimentos transgénicos? ¿Cuáles son las pruebas científicas válidas y cuáles no? ¿Se puede decidir esto por fuera de las relaciones de poder?
El cientificismo manejado desde las oficinas y laboratorios de Monsanto, Syngenta o Du Pont está mañosamente anclado en una obsoleta concepción de lo que es la ciencia y sus objetos de estudio. Es la que a estas empresas les conviene sostener aunque no tenga valor de verdad alguno. Es una concepción propia de los siglos XVII y XVIII, de la física newtoniana, no de una ciencia de los sistemas complejos: seres vivos, ecosistemas, sociedades y culturas.
Los sistemas complejos se caracterizan por presentar numerosas variables simultáneas, difíciles o imposibles de controlar todas al mismo tiempo. Esto produce un incremento de la aleatoriedad del sistema; las salidas que se presentan pueden ser distintas para situaciones iniciales similares, los parámetros no siempre son posibles de predecir. Esto lleva a concluir que no existe la prueba definitiva (experimento crucial, diría Popper) y universal que dé la razón a alguna de las partes en pugna y se la quite a la otra.
Una de las cosas que se ha mostrado en experimentos diversos sobre alimentos transgénicos es que en ciertas condicione específicas sus efectos a la salud y al ambiente han sido nocivos.
Esto no quiere decir necesariamente que haya pruebas de carácter universal contra los transgénicos, como lo exigen las empresas que los fabrican. El comportamiento de los sistemas complejos no responde a reglas universales, predecibles, como los de la astronomía galileana, y por tanto los criterios de evidencia no son nunca universales. Dado el carácter flexible de los sistemas complejos, las consecuencias de la liberación de esos alimentos no pueden ser calculadas ni controladas paso a paso.
Sin embargo, ello no quiere decir que no existan pruebas científicas suficientes como para afirmar la existencia, en diversos contextos, de una peligrosidad real y potencial de los alimentos transgénicos liberados al ambiente.
Desde su posición de poder, Monsanto no puede entender esto, ni aceptarlo: sería su ruina. Pero permanecer adherido a una discusión acerca de cuándo la evidencia de la nocividad de los transgénicos es irrefutable es hacer el juego a una posición ultracientífica estéril y tramposa. La evidencia ya es suficiente como para romper la trampa de la prueba experimental definitiva e incorporar el elemento ético al debate. Los partidarios de Monsanto y otras empresas similares han guardado un silencio ominoso a este respecto. Su ciencia es equivocada, su metodología, errática, y su ética, inexistente.

Agrocombustibles o los riesgos de jugar con el diablo





“Si queremos acabar con el hambre en el mundo es fundamental garantizar el acceso universal a la tierra, así como al agua y a las semillas, y prohibir especular y hacer negocio con aquello que nos alimenta y nos da de comer”
Esther Vivas

Corría el año 2007. En Ecuador se vivía una efervescencia de ideas y expectativas innovadoras. Incluso revolucionarias. La siembra de las luchas sociales acumuladas a lo largo de las pasadas décadas parecía que empezaba a dar sus frutos. La Iniciativa Yasuní-ITT, que luego llegaría a ser ampliamente conocida a nivel internacional, para dejar el crudo en el subsuelo, a cambio de una contribución internacional, data de esa época y fue en ese mismo año cuando alcanzó el rango de política gubernamental. En ese entonces, entre otros puntos notables, ya se fraguaban los Derechos de la Naturaleza, la aceptación del agua como un derecho humano fundamental y la prohibición de los transgénicos, que luego serían incorporados en la Constitución del año 2008.
En esa línea de construcción, de algo diferente, desde el Ministerio de Energía y Minas, se propuso el programa “Cero Combustibles Fósiles en Galápagos”. [ii] Con esta decisión se concibió el reemplazo del petróleo y sus derivados contaminantes en unas islas encantadas, declaradas Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO. En ese entonces inclusive se hablaba de reeditar allí una propuesta similar a la prevista con la no explotación del campo petrolero ITT (Ishpingo, Tambococha, Tiputini), con fines de rescate integral de este patrimonio.
Frente a un acelerado crecimiento de la demanda de combustibles en el archipiélago de las Islas Galápagos, de más del 10% anual, la idea era cambiar el patrón energético. Para ello se quería introducir energías renovables que permitieran reducir y luego eliminar las emisiones de CO2, evitando también la amenaza de un derrame de combustibles, que podría afectar a la biodiversidad, tal como sucedió con el accidente de un buque tanque -el Jessica- en el año 2001.
También se planteó la erradicación del uso de combustibles fósiles para la generación de electricidad. Las energías fotovoltaica y eólica reemplazarían al combustible fósil (especialmente diesel) utilizado en la generación de electricidad. Con esto se pretende bajar sustancialmente el volumen de diesel embarcado hacia las Galápagos. A fines del año 2012 estos proyectos ya han reducido un 20% de la demanda de combustibles fósiles para energía eléctrica en las islas.
Y para asegurar aquel suministro energético de difícil cambio por electricidad, sobre todo en el transporte marítimo y aún terrestre, se propuso la sustitución gradual de vehículos convencionales por motores eléctricos, así como el uso de agrocombustibles [iii] particularmente en las actividades de pesca y turismo. Por cierto había conciencia de que era (y es) indispensable trabajar en el ámbito de la eficiencia energética, pues no tiene mucho sentido instalar costosas instalaciones de generación renovable, si la demanda crece indiscriminadamente y se mantiene el desperdicio de energía.
El aceite de piñón, producido en el continente, en la provincia de Manabí, debía suministrar el combustible requerido en las Galápagos. No se planteaba su producción masiva. El piñón a utilizarse debía provenir de las cercas vivas que utilizan los campesinos, no de plantaciones.
Este innovador proyecto en términos energéticos, que está aún lejos de su cristalización, con la introducción de los agrocombustibles abrió la puerta a un riesgo entonces insospechado. No consideramos que el piñón, en economías campesinas deprimidas, se convertiría en una fuente cada vez más importante de ingreso. Además, el gobierno de Rafael Correa terminó por impulsar aún más las plantaciones existentes de palma aceitera y de caña de azúcar, que en el año 2007 ya producían y hasta exportaban agrocombustibles. [iv]
Con un decreto ejecutivo el gobierno del presidente Correa, ya distanciado de todos aquellos elementos revolucionarios de los primeros momentos de su gestión, declaró, en el año 2012, de interés nacional el desarrollo de los agrocombustibles.
Las metas que se aspira a alcanzar con esta acción presidencial obligarán a una agresiva plantación de palma. Esta planta se expandirá en zonas de bosques húmedos tropicales de la Costa y de la Amazonia. De acuerdo a proyecciones oficiales, en el Ecuador se podrían utilizar unas 400.000 hectáreas para plantaciones de palma aceitera; ya para el año 2017 se espera una producción de 400 millones de litros de etanol, que bordeaba unos 20 millones en el 2013. [v]
El gobierno está empeñado no solo en ampliar las plantaciones de la palma, también ha resuelto fortalecer la expansión de otros monocultivos energéticos. Aquí cabe anotar el caso de la caña de azúcar para producción de etanol. Se pretende que los pequeños agricultores, que producen alcohol etílico y panela con sus variedades criollas y que les significa una fuente de ingreso constante a lo largo del año, cambien sus plantaciones, por otras más aptas para la producción de etanol, incluso en zonas de la Amazonia. En esta línea de incorporar a los campesinos a nuevas líneas productivas está la canola, un cultivo que ha empezado a ensayarse en algunas comunidades andinas con muy malos resultados, por cierto. También, aparece el cultivo del mencionado piñón enfocado a zonas secas.
Los grandes cultivos, es decir los agronegocios, a la postre, impulsados por la política del gobierno, serán los principales beneficiarios; es decir, los grandes grupos empresariales que controlan el mercado nacional de grasas y aceites. Y estas plantaciones se extenderán dando paso a una escalada de conflictos socioambientales. Bien sabemos que este tipo de plantaciones nutren contextos de violencia, sea por la sobreexplotación laboral, la destrucción de bosques o la contaminación, entre muchos otros problemas. El impulso a este modelo de plantaciones, por lo demás, resulta contradictorio con la soberanía alimentaria y no se diga con el Buen Vivir, propuesta de cambio civilizatorio recogida en la Constitución de Montecristi, aprobada plebiscitariamente el 2008.
Como alternativa energética, el modelo a gran escala de los agrocombustibles es nefasto, peor aún cuando se trata, no de usar residuos, sino de desarrollar plantaciones. De hecho estos cultivos son altamente consumidores de petróleo, el combustible que se supone que a través del agrocombustible se pretendería desplazar: muchas veces su demanda energética supera el rendimiento energético que ofrecen estos cultivos. Ocupan tierras agrícolas que en lugar de proporcionar alimentos a la población, alimentarán a los vehículos, sin aportar a la soberanía alimentaria -prevista en la Constitución- sino alentando el incremento del parque automotor, al tiempo que los alimentos se encarecen. Más agrocombustibles, como se ha visto en muchas partes del planeta, es sinónimo de hambre. Demandan enormes cantidades de agua y de agroquímicos. En resumen, los campesinos no se verán beneficiados por los cultivos usados para la generación de agrocombustibles, los cuales suscitarán usufructo para unos pocos empresarios, que acapararán grandes extensiones de tierras e invertirán en modelos agroindustriales de megaescala.
Para completar este perverso escenario, cabe relievar que el desarrollo de los agrocombustibles sintetiza una propuesta amorfa que pretende situarse entre el cambio de matriz energética, el fomento a la agricultura y el desarrollo tecnológico agrícola, muchas veces a partir de la utilización de los transgénicos. Y en esa línea está el presidente de la República, quien, atropellando la Constitución, ha decidido embarcar al país en la producción de cultivos genéticamente modificados. [vi]
Cabe preguntarse, por qué el gobierno ecuatoriano, cada vez más, se aleja de los principios originales que hicieron posible el triunfo de la candidatura de Alianza PAIS, hace ya más de siete años. Hoy con el retorno del viejo concepto de desarrollo, el país se embarca en una permanente negación de propuestas de avanzada en economía, ecología y democracia, que surgieron desde la sociedad civil. Es decir, el gobierno parece que se ha propuesto echar por la borda todas las reivindicaciones que fueron discutidas y planteadas por amplios segmentos de la sociedad. Con un sólido aparataje mediático, el gobierno del Ecuador, quiere volver atrás del camino andado, queriendo convencer a la sociedad de las bondades de una reprimarización de la economía y como consecuencia, de la destrucción de las riquezas naturales y culturales.
Sacrificar ventajas naturales -nunca adecuada y responsablemente utilizadas- para competir en mercados internacionales atados a la lógica de acumulación del capital, utilizando un modelo tecnológico importado, que no obedece a las condiciones ni necesidades de un país tan biodiverso como el Ecuador, y que además tienen el lastre de la propiedad intelectual extranjera, como es el caso de los transgénicos, no puede ser definido más que como un absurdo pacto con el diablo. Y este absurdo, probablemente, encontró otro aliciente en la idea -válida- de proteger del impacto de los combustibles fósiles a las islas Galápagos.-
Notas:

Una primera versión fue publicada en el libro de varios autores: Cuando los cultivos alimentan coches...
, Ecologistas en Acción, Madrid, 2014. De un artículo de este libro se ha tomado la frase de Esther Vivas para el epígrafe.[ii] Ver la Agenda Energética (2007), páginas 98 y 99, en http://es.scribd.com/doc/163518324/Agenda-Energe%CC%81tica
[iii] A estos deberíamos llamarlos agrocombustibles, pues poco tienen de bio en tanto defensores de la vida.
[iv] En la mencionada Agenda Energética se presentaron por igual los posibles beneficios y amenazas de este tipo de combustibles. Y se planteó, además, que el uso de estos combustibles, a partir de los principios de precaución y cautela, debía estar supeditado a los resultados que se obtengan del análisis cuidadoso de tres proyectos piloto, incluyendo el de las islas Galápagos.
[v] Ver el documento del Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuicultura y Pesca; El sector agropecuario, acuícola y pesquero en el cambio de la matriz productiva, Quito, agosto 2013.
[vi] Aún cuando está expresamente prohibido el uso de semillas transgénicas, el gobierno, a través del Ministerio del Ambiente, ha desplegado una campaña para resaltar las ventajas de esas semillas, y el Ministerio de Agricultura impulsa un proyecto para la producción de soya y canola utilizando dichas semillas. La apuesta del gobierno, en este ámbito, es sustituir importaciones y alentar exportaciones sobre todo a través de los agronegocios. 

Alberto Acosta. Economista ecuatoriano. Profesor e investigador de la FLACSO. Exministro de Energía y Minas (2007). Expresidente de la Asamblea Constituyente y asambleísta constituyente (2007-08). Excandidato a la Presidencia de la República (2012-13). 

Cinco experimentos audaces para lograr ciudades sin autos

Stephen Dowling

Sábado, 22 de marzo de 2014 BBC Mundo

París es la última ciudad que recurre a medidas drásticas y controversiales de restricción de tráfico para frenar la contaminación del aire. ¿Qué más están haciendo otras ciudades para reducir el smog?
Cientos de policías monitoreaban el tráfico en París para asegurarse que sólo circulaban por las calles de la ciudad los vehículos cuyas placas terminaban en números impares.
La semana pasada, ante los altos niveles de registro de contaminación del aire, las autoridades de la capital francesa decretaron que los automóviles cuyos números de placas terminaban en un número impar sólo se les permitiría circular un determinado día, los de número par al día siguiente.
Control de coches en París
París se propuso reducir la circulación de coches en la ciudad.
El esquema se debió a los niveles de contaminación cercanos a 180 microgramos de partículas PM10 (diminutas partículas dispersas en el aire con un diámetro menor a 10 micrómetros) por metro cúbico, más del doble del límite de seguridad ubicado en 80.
Bajo las regulaciones de emergencia, 700 policías salieron a las calles desde el amanecer para asegurarse de que sólo estuvieran transitando los carros y motos que llevaban las placas numeradas correctamente.
Después de tan solo un día el proyecto fue finalizado y las autoridades declararon que la medida había tenido un marcado efecto en la calidad del aire.
Pero la capital francesa no es la única que limita el número de vehículos circulando en las calles, ya sea para reducir la contaminación del aire o para liberar las calles de la congestión que obstruye el paso.
Esta idea ha llevado a nuevos intentos de establecer calles sin automóviles y algunas formas igualmente ingeniosas de romper las reglas por parte de los conductores, quienes están decididos a mantenerse al volante.

Ciudad de México, México, 1989

México DF
El plan de Ciudad de México no tuvo éxito.
En 1989, funcionarios de la Ciudad de México prohibieron la conducción de vehículos en un día determinado de la semana. Pero el plan fracasó, aquellos que podían permitírselo se compraron otro vehículo para usarlo en los días de prohibición, y de hecho el tránsito aumentó.
Es más, muchos de estos autos eran viejos y provocaban mayor contaminación.
Un informe emitido por el Banco Mundial encontró que la prohibición no había proporcionado ninguno de los beneficios previstos, mientras que otro documento de los investigadores de la Universidad de California en Berkeley indicaba que los niveles de contaminación del aire se habían elevado.

Shanghái, China, 2013

Shanghai
Shanghái tiene habituales problemas de smog.
Shanghái, la megápolis China, hogar de unos 23 millones de habitantes, ha experimentado un crecimiento vertiginoso en las últimas décadas y esto ha traído consigo una gran cantidad de automóviles adicionales.
Tan dañina era la contaminación provocada por los automóviles e industrias que el año pasado alcanzó un máximo de 31 veces sobre los niveles de seguridad recomendados.
¿Cuál fue la respuesta de Shanghái? Subastar mensualmente un límite estricto de nuevas placas.
Su costo puede comparase con el costo de un auto, según China Daily, no demasiado costoso para los nuevos ricos de China pero fuera del alcance de los ciudadanos pobres.
Esto condujo a un gran negocio de ventas de placas militares falsas ya que los vehículos militares no están sujetos a restricciones y una placa válida por seis años se puede vender hasta por US$45.000.

Medellín y Bogotá, Colombia, desde el año 2000

Medellín
Medellín se destaca por su moderno sistema de transporte público.
Medellín, la segunda ciudad más grande de Colombia, ha adoptado programas o alianzas sociales desde que dejó atrás las décadas de violencia relacionada con el narcotráfico.
Desde 1990, se ha tratado de alejar de los automóviles a 2,5 millones de personas que habitan en la ciudad y llevarlos hacia el transporte público. Parte de ello ha sido la implementación de un día al año sin automóvil, donde se anima a los residentes de la ciudad a dejar sus vehículos en casa y caminar, trasladarse en bicicleta o en transporte público.
La capital del país, Bogotá, lanzó su primer día sin automóviles en el año 2000 y este año se extendió a una semana. Según algunos informes, en un día sin vehículos en la ciudad de siete millones de habitantes puede haber 600.000 automóviles menos.

Copenhague, Dinamarca, después de 1970

Bicicletas
Copenhague favorece el uso de bicicletas.
Después de la crisis petrolera de 1970, la capital danesa comenzó a darle mayor importancia al medio ambiente en su agenda.
Una serie de leyes de planificación urbana redefinió el espacio público de la ciudad, y promovió el ciclismo en lugar de la conducción de cualquier otro tipo de vehículo.
La más importante de ellas fue un impuesto de ventas del 180% en cualquier automóvil nuevo: es decir, un auto que en el mercado valga US$20.000 en realidad le costará US$50.000 para poder manejarlo.
Los antiguos estacionamientos se han convertido en espacios públicos y zonas peatonales.
La posesión de automóviles en Copenhague era de alrededor de 18% en 2011 y un reciente aumento en el número de automóviles pequeños, más baratos, con impuestos más bajos no pueden ocultar que esta ciudad considera un beneficio que la población monte bicicleta y camine.

Hamburgo, Alemania, a partir de 2030

Hamburgo
Hamburgo planea algo así como "autovías" verdes peatonales.
Si Copenhague hizo difícil poder pagar un automóvil, la ciudad portuaria alemana de Hamburgo puede hacer que sea aún más complicada.
El ambicioso plan de la ciudad es convertirse en una ciudad libre de vehículos dentro de dos décadas y una manera para poder lograrlo es mediante la creación de espacios verdes vinculados que cubrirían el 40% de la ciudad.
Esto podría hacer a toda la ciudad transitable en bicicleta o a pie.

Para pensar: Elijo Orgánico o Agroecológico?

Podría pensarse en principio, que Agroecología y Producción Orgánica se refiere más o menos a lo mismo. Podría uno decir que es producción agropecuaria sin agrotóxicos. Y estaría en lo cierto.

tilizan determinadas sustancias que están proscriptas por un protocolo, que se rige de acuerdo a legislación vigente. Producir en forma orgánica es, entonces, producir de acuerdo a un determinado reglamento.

La reglamentación y la certificación orgánica hacen hincapié en la seguridad del consumidor y del medio ambiente. Se busca la obtención de un producto química y bacteriológicamente sano –hago la salvedad porque puede entenderse “sano” desde una concepción más integral- que haya sido producido sin afectar al medio ambiente con residuos tóxicos y que no implique riesgos para la salud del consumidor.

Se puede cultivar orgánicamente frutillas, algodón, trigo, aún en monocultivos; se puede aplicar agroquímicos –hay una larguísima lista de productos comerciales aprobados- a condición de que no estén prohibidos por las reglamentaciones, porque no causan daño ambiental ni son riesgosas para la salud del consumidor.

Así es que se puede tener un monocultivo de 40 has de frutillas, al que se le aplican muchos productos comerciales (hormonas, sales minerales, promotores de floración, aminoácidos, extractos vegetales) y ese cultivo certifica como orgánico si está dentro de los límites de la normativa. Doy el ejemplo de la frutilla porque conozco un caso concreto como el descripto.

La agroecología es un planteo mucho más amplio, con una mirada integral sobre el ecosistema. La agroecología plantea la producción agropecuaria a partir del diálogo de saberes entre la academia y el campesinado; entre la tradición y los conocimientos científicos; buscando las tecnologías que permitan producir en forma sustentable y saludable de acuerdo a los dictados de la naturaleza; respetando la diversidad biológica y cultural. La agroecología es eminentemente local; no puede dictarse universalmente un reglamento para el cultivo agroecológico.

Pero sí hay criterios muy claros a seguir. En la agroecología tampoco se utilizan productos químicos de síntesis; también se protege la salud del ecosistema y de los consumidores; pero se entiende como SANO, a un producto sin tóxicos, sin sustancias dañinas, sin energía negativa, sin una historia dañina; un producto concebido, producido y consumido en un agroecosistema y un entorno social saludables. SANO y SALUDABLE tienen para la agroecología un componente holístico que va más allá de las determinaciones de laboratorio.
No se puede cultivar solamente algodón, o maíz, o frutillas agroecológicamente. Sí se puede diseñar y cultivar un agroecosistema que produzca frutillas, algodón, maíz… y muchísimas cosas más. Porque agroecológica es una chacra o finca, no un cultivo.

Los productos agroecológicos son orgánicos casi indefectiblemente, aunque se dan casos de ciertas prácticas agroecológicas vedadas por las reglamentaciones de producción orgánica. A la inversa, no ocurre lo mismo: muchísimos productos orgánicos no son agroecológicos. Lo orgánico mantiene casi siempre la misma lógica mecanicista, materialista, reduccionista que el resto de la agricultura “moderna”.

Así, existe un enorme mercado de productos aprobados para la agricultura orgánica; en muchos lugares los productores orgánicos “importan” a sus fincas estiércoles, abonos orgánicos, residuos vegetales, lo cual no tiene nada de ecológico. Hay marcas especializadas en proveer insumos para la agricultura orgánica, desde semillas hasta empaques.

En cambio la agroecología plantea el uso de recursos de la propia finca, disminuyendo en todo lo posible la dependencia de insumos externos; y en consecuencia, no existe un mercado de “insumos agroecológicos” ni cosa parecida. La lógica agroecológica está lejos del mercado.

Finalmente, hay un componente en las reglamentaciones de producción orgánica que es para-arancelario; los países del norte buscan la manera de limitar las exportaciones desde el sur, reglamentando de manera que sea más fácil seguir las normativas en los climas templados de norte América, Europa y Japón que en el trópico latinoamericano, africano o indio.

Un ejemplo concreto de esto último es la prohibición, en la mayoría de las normativas, del uso de sales minerales de micronutrientes, naturalmente deficientes en los trópicos, sobre todo cuando se ha trabajado con técnicas de agricultura modernizada durante algún tiempo.

Resumiendo:

La producción orgánica es un modo de producir que busca la preservación del ambiente y el cuidado de la salud del consumidor; puede ser más o menos materialista, más o menos mercantilista, más o menos comunitaria en su mirada.

La agroecología es una propuesta metodológica de transformación social, que plantea modos de producción, transformación y consumo que respeten la diversidad natural y social de los ecosistemas locales y aseguren la sustentabilidad. Es siempre solidaria, comunitaria, local, ecosistémica en su mirada.

Por ello es más fácil exportar productos orgánicos que productos agroecológicos. Gastar más energía en el transporte que en la producción cae afuera de la lógica agroecológica, es casi un absurdo.

Agroecología y producción orgánica.
Una mirada para el debate.
Ing. Agr. Luis Skupieñ